“Dedicado a ti que lees estas páginas, porque para ser niño nunca es tarde ¡Y menos para ser sabio!”
Meditabundo ha estado Bebé Adrih, sumido en pensamientos muy profundos. Sus manitas unidas detrás de la cabeza, como si quisiera formar con ellas una pequeña almohada y descansar al vaivén de las ramas de aquel bonachón árbol, que habita entre las páginas del libro que su madre hoy leyó. Imaginando al roble, el pequeño se ha quedado dormido.
Se ríe con sonoras carcajadas y por mas que lo intenta, le resulta imposible dejarse de reír, mientas chapucea en las aguas del riachuelo, tratando de evitar que el Hada Azul de la Esperanza, vestida de topacio, siga haciéndole cosquillas, en las suaves plantitas de sus pies. ¡Y todavía mamá no logra comprender, porqué el bebé se está moviendo tanto!.
Cansado y sin aliento, reposa en brazos de la dulce nana, como las hojas frágiles de otoño, en la pendiente y en la cima de grandes montañas.
“Pequeño navegante de mi ensueño, llevas en ti el brillo de una estrella y la fuerza vital del mismo cielo, que se filtra en las gotas de la lluvia y prosigue su andar suave y sereno, sobre las ramas de aquel sabio roble, que habita entre las páginas del cuento”.
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Adrih llama a su hermana mirándola a los ojos; ellos son parte de la misma esencia, dos vidas que se unen por la divina fuerza del amor. Sofía al verle pensó que era un ángel por su aspecto de luz. Describir al pequeño, es pretender captar el sentimiento que invade el corazón, observando un paisaje majestuoso.
Adrih y Sofía, disfrutan su encuentro, como el suceso mágico que llega entre las alas de un anhelo que acaba de realizarse.
_ ¿Están pensando en alas? dijo Atalaya el águila real, posándose en las ramas del anciano roble.
¡Adrih le ha contado tantas cosas! Le habló de aquel mundo distinto que el percibe mientras está en el vientre, cuyo nexo es la risa de su hermana y una atadura que momentáneamente le une a su madre. Le contó también que es un lugar muy cálido, como lo es el nido para los polluelos, con la diferencia que el se gesta, en las entrañas de mamá. Lo mas sorprendente es que allí hay un agua especial, donde el parece ser un navegante que transita en su pequeña barca, luego conocerá el océano de inmensas fronteras, que se extienden mas allá de lo que el pensamiento pueda imaginar. El océano que empieza, donde rompe la fuente de mamá.
Sobre las alas de Atalaya, en compañía de su hermano Adrih, Sofía descubre que el horizonte comienza, donde se abren las alas de las aves en el primer intento de volar. ¿Donde estará escondida la hermosa cuna de la fantasía? a veces se pregunta.
Volaron hasta el cráter del volcán Azufral y en las aguas de la hermosa laguna milagrosa, contemplaron sus rostros reflejados en ella.
Visitaron las playas del Pacífico; en las arenas blancas buscaron caracoles, para escuchar el canto de las olas. Hay quienes dicen, que allí habitan sirenas que se han quedado dormidas y solo despiertan bajo el embrujo de la luna llena.
Ansiosos se internaron en La Cueva de Morgan, rodeada de paredes de corales y buscaron tesoros escondidos por el. Recordando fantasmas y leyendas, miraron cara a cara la cultura Tumaco que está allí plasmada desde hace varios siglos.
En las entrañas de la oscura cueva, una inmóvil figura los observa... atenta, silenciosa y un poco temerosa: “Temerosa del águila real, del ruido y de la niña, temerosa de Adrih y de la humanidad”.
Una callada y solitaria iguana, pretendía que nadie la observara. Sofía se acercó y al verse reflejada en la mirada de aquel extraño ser, vio resbalar un ápice de vida; el correr de una lágrima que alumbraba el oscuro laberinto y a las ocho figuras esculpidas por los indios Tumaco.
Estáticas y mudas se quedaron las dos: “Niña e iguana”, hasta el momento en que la iguana no pudo sostener el peso insoportable del silencio y secando con rabia y con decoro, la huella de la lágrima que en sus ojos ardía, dirigió su mirada a los tres visitantes al tiempo que decía estas palabras:
“Este es el canto de la iguana triste, que hace brotar los lirios de la tierra,
la que de tiempo atrás, vive y subsiste, aunque su vida es triste y lastimera”.
El magistral adorno, que embellece mi lomo hasta la cola, es una original
obra de arte, engastada en rubíes, esmeraldas, topacios y diamantes.
Yo caminaba triste y solitaria, en una noche en que la luna llena,
Se vestía con su manto primoroso, de jazmines, cocuyos, y de estrellas.
Y al verme taciturna y solitaria la luna lloró lágrimas de perlas,
Y con ellas formó un collar precioso, que es el collar que oculto en mi huevera.
Por eso es que mi especie, está casi extinguida, porque los hombres
roban mis collares y con ellos también roban mi vida.
Asi cantó con lastimero acento,
Mientras brotaba sangre de su herida,
Le habían robado su collar de perlas,
Y hoy para siempre se quedó dormida.
(Fragmento del libro Bebé Adrih Sueña. Genero: Novela infantil y juvenil)
Marta Lilián Molano L
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