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miércoles, 10 de diciembre de 2008

"Hurtos en Familia" o "Herencias Desviadas"



Dos características peculiares posee esta figura cuasi jurídica, por llamarla de alguna manera, desde que desconozco que la misma se encuentre legislada en los códigos penales de algún país.

El robo es una modalidad harto conocida por todos, vocablo que solemos utilizar cuando deseamos señalar que alguien se ha apropiado de algo perteneciente a otra persona, sea ésta física o jurídica. Existe también el hurto, que recibe un trato más benevolente por parte de las instituciones legislativas debido a que si bien el acto de apropiación ajena es el mismo, la oportunidad obedece a diferentes circunstancias. Mientras en el primer caso existe intención y alevosía para cometer la sustracción, en el segundo, es resultado de la oportunidad que se le presente al casual ladrón. Pero al no ser el objetivo de este artículo dar una cátedra de derecho penal, iremos directamente al grano.

La principal característica de esta figura que aparece frente a mis ojos producto de la simple observación a través de los años y a la que suelo denominar "hurtos en familia" o "herencias desviadas", consiste en la casi unánime reacción de todo individuo frente a la ocasional posibilidad de que tal cosa sucediera en su familia, en el sentido de manifestar un rechazo categórico a que semejantes hechos pudieran tomar lugar en el seno de su propia familia. Hasta que llega el momento adecuado, y sucede.

Supongo que habrá lectores que a esta altura de mis dichos se identifican con su contenido y con tristeza menean afirmativamente su cabeza a medida que leen. Otros se enojarán un poco porque son los que en el reparto de papeles protagónicos se han quedado con el pedazo más suculento de la torta y han debido manipular convenientemente sus propias argumentaciones a los efectos de convencer y en especial, autoconvencerse de que lo que hacen es lo correcto.

Pero todos estaban seguros de que a ellos no les pasaría. Todos los familiares, si son hermanos, hijos, primos o cualquiera sea su parentesco; se quieren, se pretejen y se tienen tanta confianza mutua, que no podía ser que "el factor económico" viniera de pronto a cambiar las leyes del juego y a reestructurar la personalidad y el comportamiento de las personas involucradas, o a mostrarlas como en realidad eran. Porque ellos mismos vivían convencidos de ser otro tipo de personas antes de que la repartición de dinero se interpusiese entre ellos.

Deben estar también los otros lectores que mientras leen este artículo fruncen el ceño y se toman con una mano el mentón mientras piensan: "¿De dónde sacó este tío semejante disparate? ¿En qué planeta ocurre esto?" Y yo me alegro por ellos porque tales acotaciones vendrán a testimoniar que desaparecidos los padres o habiendo aparecido legados de generaciones aún anteriores, todos han sabido y han querido respetar los derechos de todos. En esos casos, el factor "dinero" no ha cambiado a las "personas". Celebro por ellos, pero lamentablemente son los más escasos.

En los primeros casos se observa que suelen ser las víctimas las únicas que advierten la anómala desproporción en la repartición de bienes. Los supuestamente beneficiados es posible que sepan encontrar argumentos de suficiente peso como para convencer o al menos, convencerse, según pudimos apreciar más arriba. Los perjudicados podrán entender razones, hacer las veces que las entienden, podrán enojarse, ofenderse o hacer de cuenta que nada ha pasado al valorar o necesitar más de los afectos que de los valores económicos perdidos.

En todo caso, estos tan conocidos "hurtos en familia" o "herencias desviadas" sabrán siempre encontrar familias que sucumban ante la tempestad sufrida, mientras otras vean asomar nuevamente el sol como si nada hubiese pasado. Todo sea por el entrañable amor de los seres queridos y el tan pregonado principio que dice:

"No hay nada más importante que la familia".

Yo agregaría: "...excepto, para algunas personas, el dinero".

Rudy Spillman

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