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martes, 9 de diciembre de 2008

El sueño de Sophos

Hay una lágrima como un océano, que corre por mi mejilla, como una perla azabache, haciendo un reguero infinito que muerde la carne, y el alma por dentro. Y grita. Y no la oye nadie. La lágrima vertida por una vida. Y siento el dolor ajeno más que el propio. Y quiero vivir. Lo intento. Y sé que puedo. Pero necesito el alma. Lo sabes. Y desterrar los miedos. Los propios y los ajenos. Apagarlos. Mirar la vida por el solo placer de hacerlo. Vivir. Sin más. Luchar. Buscar la brillantez. Hacer estallar la noche, y el día, en burbujas doradas de vida. Ahogar la necedad. Saber mirar como sabía. Como sé. Siento tu alma y tu herida. Tan profunda. Tan sentida. Por eso me gustaría lavar tus pies, de rodillas y mostrarte mi sonrisa. Por eso me gustaría… El viento, a veces, es demasiado helado. Y tengo tanto frío. Frío del alma. Y necesito el calor del abrazo que da calidez, de la mirada que mira y suaviza, del olor que embriaga, del tacto que arropa, del alma que me llena tanto. Me levanto y ando. Escucho. Aprendo. Pero me cuesta tanto estar así, pudiendo estar tanto. Quiero vivir y ser vivido. Sin miedo a nada. Sólo contigo y todo la que la vida tiene, su inmensidad. Me duele el dolor ajeno como nada en esta vida. Me duele el alma contigo. ¡Te siento tanto! Quiero el azabache en la mirada. ¡Enséñame el camino tantas veces hecho, ya aprendido y por momentos olvidado! ¡Dame la mano! ¡Hagamos el camino que empezamos, de esa belleza inmaculada y ya vivido. Sentido. Cierto. El camino del color y del sonido. Sé mi Evangelio. Crearé altares de infinita belleza para ti. Seré tu amigo. Cree en mí como yo creo en ti. Andemos. Sé que podemos. Sabemos hacerlo. El alma de Dios. La música del alma. Tu aliento. Alcanzaré tu alma y viviremos. Porque la vida se ha de medir por los momentos en que te deja sin aliento. Y apartar el resto. Tengo todas las madrugadas. Mi corazón siempre está preparado para todos tus encuentros, porque en la tragedia todo se hace más firme, más intenso, por lo que fue, es y será. Siempre excelso. La esencia, en carne viva. De ahí que no quiera espejos, sino miradas. Miradas de dentro. Por eso mi lágrima se troca en rocío y sólo quiere vivir la vida. Mecerse en ella. Contigo.
Diego Jurado Lara
http://diegojlara.blogspot.com/

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