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martes, 7 de octubre de 2008

MEDITACIÓN

La limpieza de la mente

Cada una de las partes de nuestro organismo y sus órganos internos realizan funciones que les son propias. Algunos de ellos utilizan una especie de sistema de descanso en su actividad (por llamarlo de alguna manera), a veces, inherente a ellos mismos, otras, basado en nuestra actitud para lograrlo. Otros, no conocen el más mínimo descanso (interrupción absoluta de su función) a lo largo de toda su vida.

Haremos referencia a algunos ejemplos para entender mejor el tema. Si estoy realizando esfuerzos con mi músculo bíceps, merced a una actividad laboral, de gimnasio, etc., bastará con que tome la decisión de abandonar dicha actividad y poner el brazo en reposo para lograr que el músculo fatigado comience a descansar y se reponga. El aparato digestivo, esófago, estómago, intestinos, etc., abandonarán todos sus movimientos peristálticos en forma automática y autónoma, una vez finalizado el proceso de digestión de todos los alimentos. Tanto los riñones, luego del filtrado de la sangre y eliminación de residuos metabólicos a través de la orina; como el hígado, que produce la bilis, necesaria para la digestión de los alimentos, cumpliendo también múltiples funciones relacionadas con el metabolismo del organismo; y demás órganos, poseen sus propios períodos de descanso. Los pulmones, el corazón y el cerebro, por razones obvias, en condiciones normales de funcionamiento, no poseen estos períodos de inactividad o descanso. De todas maneras debemos aclarar, que visto este tema desde otra perspectiva, si consideramos que nuestro organismo está íntegramente formado por células y sabiendo que éstas se encuentran en función interactiva de manera permanente, no tendría cabida nuestra anterior teoría. Pero nuestro propósito es otro, por lo que continuaremos con el desarrollo de la misma.

La mente, como parte abstracta de nuestro cerebro, trabaja veinticuatro horas al día. Si nos encontramos en período de vigilia, estará trayéndonos pensamientos en forma continua, los que podrán alternar, repetirse y cambiar. Unos serán conscientes, otros inconscientes, pero vendrán a nuestra mente de a uno, es decir, nunca podremos estar elaborando dos pensamientos en forma simultánea.

Mientras dormimos, soñaremos. Los sueños resultan ser similares a los pensamientos, pero de una constitución energética diferente y correspondiente a una dimensión de otra realidad. El sueño, esto es, el acto de dormir y la consecuente actividad de soñar, son el único descanso (aunque continúa activa) que recibe nuestra mente luego de su diaria actividad durante nuestra vigilia. A veces, si la persona sabe procesar adecuadamente sus vivencias durante el día, evitando sufrir estrés y permitiendo no sobrecargar la actividad de la mente, y luego logra el adecuado descanso durante la noche, su mente recibirá el descanso que necesita. Pero estos casos no son muy comunes. Hoy día, la gente vive sobre exigiendo su mente, cargando por demás sus funciones e impidiéndole el merecido descanso. Este pequeño o a veces gran daño que causamos a nuestra mente, se produce de manera inconsciente. Incluso, en la mayor parte de los casos ni siquiera advertimos que nuestra mente se esté dañando. Simplemente nos sentimos mal. Este fenómeno es producto del ritmo de locura en que se vive en las sociedades modernas, en especial, de los países desarrollados.

Éste es el momento en que la meditación proporcionará un método para la limpieza de la misma, que no significa otra cosa que acostumbrarla a vaciarse de todo pensamiento, aunque sea durante tiempos cortos e interrumpidos. Esta operación es realizada a voluntad del meditador. Lo que en realidad estaremos haciendo es algo similar a la inactividad y consecuente descanso que le imponemos a nuestro músculo bíceps, luego de haberse fatigado debido a su intensa actividad (con la salvedad de que este último es un caso meramente mecánico, en cambio el de la mente involucra aspectos de neta influencia en el terreno sensible-perceptivo).

Hemos visto que son sólo los pensamientos los que condicionan los diferentes estados de ánimo. Al colocarnos en nuestra acostumbrada posición para meditar, relajar todos los músculos de nuestro cuerpo (para lo cual deberemos estar conscientes de cada uno de los mismos y relajarlos al momento de encontrarlos tensionados), iniciaremos el ejercicio de concentración previamente aprendido. Al vaciar nuestra mente, lograremos instalarnos en el presente de armonía y paz de nuestra vida, despojándolo de todo juicio de valoración por nuestra parte. Una atmósfera de neutralidad invadirá nuestra mente. Pero entendamos bien, no se trata de olvidar los problemas por un rato. Esto es lo que hacemos cuando cambiamos los pensamientos por otros, a veces con entretenimientos, otras, con decisiones más nocivas, como lo son el consumo de alcohol o de drogas. Aquí lo que ocurre es diferente. Al vaciar la mente, ésta descansa de todo pensamiento, lo que le permite recuperarse de su fatiga, a la vez que nosotros percibimos nuestra ubicación en el presente siendo claros testigos de que toda situación es tal cual debe ser.

Al salir de cada meditación vamos lentamente percibiendo los cambios que se operan en nosotros mismos respecto a nuestra óptica y la forma de observar y ocuparnos de nuestros problemas cotidianos. Esta situación a la que llegaremos no dependerá de comprensión intelectual alguna sino del entendimiento natural y automático proveniente del proceso experimental de nuestras ejercitaciones.

Rudy Spillman

http://libroabiertorudyspillman.blogspot.com


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