Escritores Club forma parte del portal de literatura Escritores Libres y pretende convertirse en una propuesta cultural innovadora, capaz de ofrecer al lector la oportunidad única de conocer sus autores favoritos y dialogar con ellos directamente, sin intermediarios. Hemos reunido los mejores escritores independientes del panorama literario actual, dispuestos a ofrecernos su talento y sus valoraciones, no sólo sobre sus obras, sino sobre la literatura en general y el mundo que la rodea.

Esperamos que encontréis aquí respuestas a algunas de vuestras inquietudes y también un momento de esparcimiento, acompañados de la mejor literatura.

viernes, 16 de mayo de 2008

EL DEBER DEL CONOCIMIENTO

La historia que os subo hoy trata sobre el deber, la eternidad y también sobre el equilibrio entre la luz y la oscuridad.


EL DEBER DEL CONOCIMIENTO

Un silencio expectante invadió la fortaleza. Faltaba poco para el Despertar y la Vida. Pronto el shoram volvería a estar activo, su superficie de metal brillaría a la luz de la luna, sus torres se elevarían al cielo otra vez orgullosas, las armas volverían a silbar dispuestas a defender a su señor.

Marum, como había elegido llamarse, caminaba despacio por los complicados pasillos del edificio viviente arreglando todos los pequeños desperfectos causados por el paso del tiempo. Según sus propios cálculos había estado más de cien años inactivo, toda una hazaña ya que jamás había esperado que la paz entre los mundos durase tanto. ¿Sería acaso la calma que precede a la tormenta? ¿Por eso ahora estaban despertando?

De vez en cuando el robot con apariencia humana se detenía a tocar una de las paredes del shoram sintiendo la vida en su interior. Él también se estaba despertando de su letargo, sus venas empezaban a adquirir un tono azul oscuro signo de que su esencia vital volvía a circular y las salas y pasillos se estaban recolocando poder alojar al señor de la fortaleza. A Marum no le importaba tener que aprenderse otra vez el mapa del edificio ya que el shoram era antiguo, tanto como su señor y por eso se merecía todo el respeto posible.
En el pasado la criatura-edificio habría podido sobrevivir sin la ayuda de las máquinas o del recubrimiento metálico que sujetaba sus debilitadas paredes. En los buenos tiempos llegó a ser aun más impresionante de lo que era hoy en día, según los archivos de Marum antiguamente ese shoram había sido un templo dedicado a una diosa de la cual ya no se sabía nada e incluso llegó a tener a su propia profetisa. ¿Sería ella unos de esos misteriosos místicos de los que hablaban las leyendas? El robot se había pasado siglos enteros buscando la respuesta y aún no la había conseguido, siempre que parecía estar a punto de encontrarla el rastro desaparecía rápidamente. A veces pensaba que algo o alguien había eliminado los registros a propósito ¿porqué?

Dejando sus dudas a un lado Marum empezó a buscar una sala en concreto, la única que siempre permanecía en el mismo sitio y a la cual sólo se podía llegar si el shoram te lo permitía. Ese lugar era su propio corazón, el sitio donde habitaba la esencia misma de la criatura.
Como siempre le ocurría, el robot dejó de respirar durante unos segundos impresionado por la majestuosidad y la belleza de lo que veían sus ojos. Gigantescas arcadas recorrían el techo formando una intrincada red que siempre cambiaba según los caprichos de la criatura. Las paredes azules palpitaban lentamente con el líquido vital mientras que el suelo era una especie de mosaico de múltiples colores, rojos, azules, verdes…
Pero todo aquello eran nimiedades comparado con el centro de la sala. Había columnas gigantescas que llegaban hasta el techo formando un círculo perfecto, retorciéndose entre ellas había grandes venas pulsantes que creaban una tupida pared que impedía ver el interior del círculo. El shoram era muy celoso de sus secretos y también muy protector hacía su señor.

Acercándose al centro igual de temeroso que la primera vez, Marum vio como la red se abría ante él permitiéndole ver su interior. Allí estaba su señor, esperando pacientemente a acabar de despertarse.

El hombre se hallaba totalmente desnudo en el centro exacto del corazón del shoram, una miríada de cables y también de venas de la criatura lo rodeaban y lo mantenían suspendido en el aire. “Todo esto es necesario” se repetía el sirviente cada vez que veía el espectáculo. Sin los cables conectados a su cuerpo, la máquina que impedía que envejeciera y muriera no serviría de nada y lo mismo sucedía con las venas que entraban por su boca o se clavaban en su piel mediante afilados espolones y que le alimentaban con el líquido vital del shoram.
“Tiene que ser así” “Debe ser así”. Sólo en ese instante era cuando más deseaba ser verdaderamente un robot, así podría desconectar todos esos sentimientos de dolor, tristeza, expectación… pero su señor no le había creado para ser eso. Visto desde fuera su apariencia era completamente humana igual que su forma de pensar que era totalmente libre y sin condicionamientos de ningún tipo. El amor que sentía por su señor era real, no una mera programación en su cabeza. También por elección propia siempre vestía unos sencillos pantalones marrones conjuntados con una camisa blanca y una casaca oscura. Jamás en toda su existencia alguien había dudado de su humanidad, lo único que lamentaba realmente era que jamás podría envejecer como los humanos. Su apariencia siempre sería la misma: un hombre de unos treinta años, rubio, con los ojos grises y una sonrisa soñadora. Era un hombre atractivo y eso siempre le consolaba pues sabía que en todos sus despertares siempre podría haber una pequeña oportunidad de encontrar pareja. El problema era que siempre se convertía en una cosa temporal que duraba unos pocos años pero siempre le hacía feliz ¿cuántas veces se había casado? ¿Cuántas veces lo habían declarado desaparecido, muerto o fugitivo? Siempre le divertía pensar en ello.

Con un leve siseo la máquina oculta en alguna parte de la inmensa sala empezó a retirar los cables de su presa haciendo que el hombre se despertara definitivamente.
Acostumbrado a la rutina del Despertar, el hombre abrió los ojos y sin mover la cabeza miró a su alrededor acostumbrándose a la luz mortecina. Con cuidado el shoram dejó a la persona que le había salvado la vida en el suelo y retiró las venas que lo habían estado alimentando durante todo ese tiempo. Justo cuando todas las conexiones abandonaron su cuerpo, el hombre se desmayó. Eso también formaba parte de la rutina.

Sin ningún esfuerzo por su parte Marum levantó el cuerpo inerte y se lo llevó a la planta inferior donde las fuentes de agua caliente seguían brotando con la misma fuerza que antaño. Durante unos segundos después de que el sirviente lo introdujera en el agua, esta se tiñó de rojo, su señor tenía múltiples pinchazos y pequeñas rasgaduras que cubrían su cuerpo y aún tardarían un tiempo en curarse. Lo suficiente como para dejarle otras nuevas cicatrices.
Con tristeza el robot besó a su señor en la frente. Esa era la máxima intimidad a la que se atrevía a llegar con él pese a que llevaba años amándolo en secreto. Su instinto siempre le decía que ir más allá sería un error, su señor sólo había llegado a querer a una persona y nunca la olvidaría ni la substituiría. Su mirada siempre decía lo mismo. Habían sido eras de renacer en el momento adecuado y aún se aferraba a lo único que le quedaba de su época. Marum sospechaba que si él hubiera tenido un verdadero pasado y no sólo el recuerdo de un despertar también le pasaría lo mismo. Mirando por última vez el cuerpo desnudo flotando en el agua, el sirviente se marchó sabiendo cuales eran ahora sus obligaciones.

El comedor que había habilitado el shoram era, como siempre, sencillamente perfecto. Grandes ventanales tapados por una membrana prácticamente transparente permitían que la eterna luna, la cual siempre brillaba en el cielo oscuro, pudiese entrar dando al lugar un ambiente cálido y a la vez misterioso. La pequeña mesa con sus sillas a juego y hecho con madera, un material que existía en muy pocos planetas, se encontraba en un diminuto balcón protegido con un leve campo de fuerza apenas visible permitiendo ver una especie de mar de color amarillo rojizo que formaba caprichosas formas que llegaban a alzarse hasta varios metros de altura. Las paredes de la estancia estaban recubiertas de unas plantas enredaderas propias del planeta, Marum no las había visto jamás, tal vez era una nueva mutación de algo que ya había visto en otra época pero lo que no se podía negar era la belleza de esas grandes flores blancas y negras que emitían un aroma a hogar y seguridad.

Algo nervioso el sirviente puso una bandeja con fruta en la mesa y volvió a mover por enésima vez las sillas buscando la ubicación perfecta. Corriendo de aquí para allá el robot recogió de otra habitación unas gigantescas alfombras para poner en el suelo de la gran sala y después se llevó toda la maquinaria que usaba su señor y empezó a conectarlo tratando de no estropear el ambiente que había creado el shoram. Justo cuando todo quedó preparado apareció él.

Sus movimientos eran lentos a causa de haber estado tanto tiempo sin usar los músculos y su mirada vagaba por la sala evaluándola silenciosamente. Su ropa era sencilla y sin adornos y siempre eran variantes del rojo, según él en su lugar de procedencia aquel era el color del luto.
- El shoram sabe más de nosotros de lo que pensamos Marum. Creo que al ser tan viejo, sus habilidades empáticas son más altas que los del resto de su especie... cuando estaban vivos claro.
El sirviente asintió sin entender demasiado qué le estaba contando su señor. Él sabia muchas cosas pero eran pocas las que explicaba por lo que Marum solía perderse durante esas conversaciones. Lo que más curiosidad le producía era saber el pasado del hombre al que servía cosa imposible porque siempre que lo insinuaba se cerraba en sí mismo y podía estar dos días encerrado en alguna habitación sin hablarle. El robot hacía siglos que había dejado de preguntar sobre el asunto, no valía la pena.
- Lo siento Marum- El hombre sonrió tranquilizador recordándose a sí mismo que su apreciado amigo no sabía tanto como él... aún.- Has preparado el sitio perfectamente, veo que incluso has puesto en marcha los analizadores de datos. Cada vez que me despierto lo haces mejor, estoy orgulloso de tenerte a mi lado.
El sirviente sonrió no tanto por el halago sino por el cariño que habían desprendido aquellas sencillas palabras. Por eso le gustaba su señor, con palabras simples podía decir muchísimas cosas.

Sentándose en una de las sillas de madera Marum esperó a que su amigo tomara alguna de las frutas. Al principio las cosas eran así, los dos se sentaban y se tomaban su tiempo hasta que uno de los dos hablaba.
- Ha pasado un tiempo desde nuestro último despertar- empezó el sirviente con curiosidad- ¿Qué es lo que está pasando ahora? ¿Otra vez se ha roto el equilibrio?
Su amigo no contestó durante un rato más, sus ojos estaban puestos en el mar que ahora estaba formando un extraño cono que formaba remolinos sin sentido- Aún no va a ocurrir nada mi amigo, aun faltan unos pocos años para que el equilibrio entre la luz y la oscuridad vuelva a romperse. La única diferencia es que yo no estaré allí para presenciarlo.
Una oleada de pánico invadió a Marum. ¿Cómo que él no estaría? Era imprescindible que siguiera luchando para devolverle el equilibrio a esa pequeña parte del universo. ¿Qué estaba pasando? Siempre habían estado juntos, su señor nunca abandonaría la lucha. Seguro que no.
Viendo la cara de confusión en su sirviente, el hombre sonrió con tristeza.- Llevo años haciendo el mismo trabajo Marum, siempre despertando en el momento en que estalla una guerra o cuando es necesario que un diplomático intervenga en una discusión sobre creencias. Siempre he estado allí, esperando y arreglando las cosas para que ni la luz ni la oscuridad predominen, siempre a de existir el gris amigo mío. Tenlo siempre en cuenta, nunca olvides esta lección.
- Pero ¿por qué ahora? ¿Qué esta ocurriendo?- Preguntó el robot sin entender nada, sintiendo que en verdad no conocía a su señor tanto como creía.
Cansado por tantas preguntas, el hombre miró directamente a Marum.- Se acerca algo contra lo que no podré luchar. No porque sea demasiado fuerte sino porque tengo miedo de lo que yo mismo provoqué. Ya ves amigo mío, en el fondo soy un cobarde. Durante años he defendido mis principios, estuve en la guerra mística, presencié la unión de los planetas y disuadí a las grandes potencias de iniciar una guerra en nombre de la religión. Durante esta larga vida he hecho muchas cosas y no todas han sido buenas, yo también soy luz y oscuridad. Llegar hasta aquí ha sido un camino arduo y ahora que me siento en paz conmigo mismo, deseo vivir y morir. Esta es una buena época, por fin podré admirar la belleza de este universo sin verlo sólo como una parte más de esta eterna lucha por el equilibrio. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?
Marum prefirió no contestar. Su mente estaba en blanco tratando de asimilar lo que le acababan de decir ¿vivir y morir? ¿Y qué sería de su gran trabajo? Jamás en toda su existencia se había planteado la posibilidad de que su señor abandonara su gran tarea.
- ¿Qué es lo que va suceder? ¿Porqué no puede enfrentarse a eso como siempre ha hecho?
Nervioso, su interlocutor se levantó de la silla apoyándose contra la barandilla del balcón.- Se acercan cinco criaturas. Su apariencia será humana pero en verdad serán el sufrimiento, la locura, la indiferencia por la vida, la tentación… sólo hay un breve resquicio de esperanza, la última de ellos podrá decantar la balanza si es suficientemente valiente. Esa será tu tarea amigo mío.
- Mi… ¿mi tarea? ¡Sólo soy un robot!- Exclamó Marum en un intento de hacerle ver a su amigo la locura de sus palabras- Yo no podría hacer lo que tú haces ¡no soy capaz!
- ¿De verdad crees que eres una simple máquina? Sabes que yo te creé, pero hasta este último Despertar no te he querido decir una verdad de suma importancia para ti. Mírame- le dijo apoyando sus manos sobre los hombros de su amigo. Mírame a los ojos y sabrás que no te miento.- Eres humano, tanto como yo o como cualquier habitante de este universo. Todas tus partes mecánicas han sido substituidas, a todos los efectos estas realmente vivo. Este es mi regalo.
- Pero mi mente…susurró confuso Marum.- Eso no se puede…
- Amigo mío, tu mente es sólo tuya. Tú la has creado, tus recuerdos, tu vida, tus sentimientos son reales, nadie ha decidido qué debes pensar. Eres humano Marum y si te das el suficiente tiempo verás cómo el paso del tiempo también hace estragos en ti. Te he dado la vida y la muerte, luz y oscuridad. Como ves siempre es lo mismo.
Besándolo apasionadamente, el hombre se alejó de Marum con tristeza.- Siempre he visto tu amor mi amigo pero aunque yo siento la misma pasión por ti, no puedo evitar pensar en una vieja amiga a la que le di toda mi alma. Espero que algún día encuentres alguien con quien puedas compartir tu eternidad igual que he hecho yo…
Marum se obligó a no llorar mientras la persona a la que había amado y respetado por igual se alejaba de él sin decir palabra. Nunca llegaría a entender porqué su señor había abandonado la lucha antes de la gran batalla en la que todos sufrieron y lucharon por su libertad. Jamás pudo aceptarlo, pero siempre que pensaba en él esperaba que allá donde hubiera ido hubiese sido feliz y que su muerte hubiese llegado a ser pacífica y sin dolor.
Durante siglos su trabajo fue ejemplar y también logró encontrar a una persona a la que amar, pero también entendió que conocer lo que en verdad se ocultaba en ese universo implicaba directamente tener un deber con él.
Tal vez por eso su antiguo señor abandonó, tal vez no fuera cobardía sino que no pudo soportar tener una responsabilidad tan grande sobre sus hombres. Era un bonito sueño que a veces intentaba creer sin éxito. A fin de cuentas era humano, sentía y entendía la vida. Luz y oscuridad eso le había concedido su viejo amigo pero también le proporcionó los conocimientos necesarios para no caer en uno de los dos extremos. No siempre lo logró, eso era lo que implicaba ser humano.

No hay comentarios: