Fragmento
El Llanto del Limonero
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El precioso tesoro de la paz, que iluminaba la comarca, quedó ultrajado bajo las botas de la infame prepotencia, como un gorrión sin nido y sin aliento, con las entrañas trémulas de frío, esparcidas al viento.
Yalú, recuerda las mañanas cuando corría sobre bellas montañas, enmarcadas entre los colores del arco iris. Hoy su recuerdo, forma parte del mágico ayer, que quiere abrirse paso entre la bruma de su desconsuelo, y su inocente infancia huye despavorida, entre febriles rictus, buscando de su abuelo la perdida sonrisa desdentada, que se quedó dormida en las columnas de humo que visualiza lejos, como si fueran seres infernales, dementes, que malévolos rugen entre escombros, arrasando a su paso, los cultivos en cierne de maíz, que han sido siempre su fuente principal para el sustento.
Allí acurrucado inerte, recostado a un árbol limonero, bajo el abrigo de hojas y flores pequeñitas de azahar, Yalú duerme envuelto en la cortina de la noche, bajo la absorta mirada de pequeños luceros que iluminan su frente, con suspiros helados como espinas punzantes, que sus gélidas sienes han teñido con gotitas de sangre, y al beso cristalino que se fugó temblando entre la lágrima de un ángel, las gotitas quedaron trasformadas en chispas de rubí, sobre la frente del niño solitario de tan solo cinco años, que se quedó dormido para siempre, a quien el sol un día pintara sus mejillas y con dulce primor los pies descalzos, que plasmaron sus huellas inocentes en las entrañas húmedas del fango.
¡Yalú, Yalú! Acarician tu frente, pequeñas flores blancas de azahar; unas tras otras se desprenden llorando de las ramas heladas... a prisa se deslizan sobre las hojas frías, temblorosas y tristes, de quien tratara en vano socorrerte y te brindó el refugio de sus ramas caídas ¡Aquel vetusto árbol limonero que hoy desconsolado llora tu partida!
“¡Yalú, Yalú! El árbol limonero te recuerda en su follaje verde jugueteando, absorbiendo el aroma de las pequeñas flores de azahar, que hoy te coronan tristes sollozando. El limonero añora tu angelical sonrisa, al descubrir ocultos en sus ramas, nidos plateados y tiernos pajarillos asustados, que fugaces al verte, emprendieron el vuelo y exhibiendo sus plumas de colores surcaron el azul bello del cielo, para plasmarle una sonrisa hermosa, al astro sol y a todos los luceros”.
Hoy, en la madrugada un pajarillo indígena, de collarcito blanco a quien llaman jilguero, posó sus gráciles patitas en tu frente y ha manchado el plumaje de su cara, con gotitas de sangre que brillan como chispas de rubí. En vano el emplumado de canto primoroso, intentó despertarte y ha decidido hacer su morada de paja, entre el follaje trémulo del limonero, para brindarle al árbol su consuelo, por haber hoy perdido a un buen amigo y su blanca sonrisa de azahares.
Marta Lilián Molano L
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