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Esperamos que encontréis aquí respuestas a algunas de vuestras inquietudes y también un momento de esparcimiento, acompañados de la mejor literatura.

jueves, 17 de enero de 2008

¿Por qué discuten los que discuten?


Como un niño pequeño, aún hoy veo a la gente discutir y me pregunto “¿Qué les habrá pasado hoy a mamá y a papá?

La diferencia es que hoy la experiencia me permite formular hipótesis que antes ni hubiese alcanzado a entender. Solo es mi peculiar punto de vista, que como todos los existentes, se basa en mi experiencia y puede ser más o menos acertado pero siempre respetable.
El primer punto a tener en cuenta dentro de toda discusión es su fin, que no es otro que poseer la razón. Para ello en primer lugar uno expone sus argumentos los cuales por una segunda parte le son refutados en toda discusión que se precie.
Es algo inocente, e incluso en ocasiones no pasa de ahí porque sus contendientes lo dejan correr. ("Qué sabrá este pobre".)
En otras, la necesidad de tener la razón se hace mucho más necesaria, pongamos por ejemplo en algo que influya a varios a parte de los propios interesados en la disputa. Se hace mucho mayor la necesidad de poseer la razón, cuando uno sabe que no ha de convencer solo al contrario, sino al resto del conjunto que escucha.
Si las primeras palabras que casi siempre son con talante, para poder demostrar que se tiene modales, fallan, se suele acudir a recursos más barrio bajeros producto de los nervios y de no responder en frío. Cosas como alzar la voz, gritar e insultar se hacen entonces muy presentes en los nuevos diálogos.

En algunas ocasiones, una forma de ser choca con otra casi sin quererlo, entrando ambas en conflicto. Pongamos una a la que le guste mucho “picar”, “chinchar”o intentar ver hasta que punto el rival esta dispuesto a defender sus argumentos, y apenas enojarse, es más , regocijarse con ello, pasarlo hasta bien al encontrar cierto placer en esos tipos de debates. Y que por otro lado pueda existir una personalidad insegura o bien carente de la paciencia suficiente para afrontar las arremetidas del contrario. Perdiendo en ocasiones los nervios y olvidando que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio.

No puedo dejar de decir que en ocasiones simplemente dos personas no congenian “porque sí” y no hay más. A todos nos ha pasado de toparnos con alguien el cual sin haber hecho nada ya nos cae mal de antemano, sin saber muy bien porqué. Ello nos lleva a buscar argumentos absurdos y ridículos para demostrarnos a nosotros mismos lo supuestamente malos que son esos otros. ( No se si se me entiende.)

Las peores discusiones, siempre acaban igual, y es que las peores son aquellas en las que los tonos se elevan hasta el infinito y las formas terminan por desvanecerse totalmente en un mar de insultos y descalificaciones. Esto suele suceder cuando ambos contendientes creen poseer una verdad universal sobre el tema en cuestión, por ello, no dejan de intentar mostrar por activa y por pasiva lo errados que son los planteamientos que intenta exponer el rival. Como digo, al final este tipo de discusión SIEMPRE ACABA MAL, porque son tan fijas las ideas que ambos poseen que nunca podrán al otro hacer cambiar. La única solución existente es la de intentar convivir en paz y rendirse a que todo el mundo no es igual, ni opina de igual forma, ni le gusta el color calabaza.
Cuando esto ocurre en sociedades, entre grandes grupos y no entre individuos, llega la necesidad de plantear normas, que desde el mismo día en que se inventaron, no han hecho sino coartar las libertades individuales del individuo por el bien de la masa. Las normas son un claro ejemplo de cómo seremos siempre niños a los que hace falta que nos riñan y nos vigilen, pues sin ellas no sabríamos comportarnos.

Por ello, quiero pedir que recordéis que la libertad de cada uno acaba justo cuando comienza la del que tenemos al lado. Y por un intento de evitar que se tenga que imponer reglas o normas de comportamiento en un sitio que intenta ser lugar de encuentro de gentes que dicen ser libres, no nos hagáis al resto observadores pasivos e involuntarios de vuestras desavenencias.

Por último mi humilde opinión sobre dos de las cualidades ha poseer por un escritor:
-Persona abierta y dispuesta escuchar y aceptar opiniones de otros como válidas.
-Capaz de encontrar la forma de darse a entender sin recurrir a la ofensa barata, que al final, le hace más mal a él que al que van dirigidas.

Y como se dice por aquí….El que lo quiera coger, que lo coja.
Víctor G.Pérez

3 comentarios:

Florencia Moragas dijo...

Muy buen post!
Un saludo
flor

Eduardo Martos Gómez dijo...

Interesante análisis de la discusión, Víctor, aunque creo que has olvidado (o yo he pasado por alto) dos o tres causas. Una de ellas es la pasión por la dialéctica, de manera que los debatientes no pretenden llegar a ninguna conclusión, sino disfrutar de la controversia. Otra es la búsqueda de soluciones a un problema, que utiliza la discusión como herramienta para contraponer argumentos y comprobar cuáles son los más válidos. La última es la necesidad de reparación, donde la discusión sustituye a primitivos métodos como el palo en la cabeza o los duelos a muerte.

En cualquier caso, estoy de acuerdo con el grueso de tus valoraciones, especialmente en la necesidad de respetar la libertad de los demás mediante unas normas básicas de convivencia.

Un saludo ;).

Anónimo dijo...

Toda la razón Eduardo, tan sólo enumeré las que me vinieron a la cabeza. A pesar de ello, pienso que se puden encontrar dos opiniones para resolver un mismo problema y no llegar a entrar en discusiones.
Seguramente muchas más se nos habrán quedado en este teclado que hace las veces de tintero.

Saludos!