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sábado, 26 de enero de 2008

El Visitante (4ª Parte)

EL VISITANTE (4ª PARTE)
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Caras cenicientas, peculiarmente oliváceas y tristes, le contemplaban con miradas perdidas y muertas, como si algo hubiese robado de aquellos lánguidos rostros el brillo de la vida. El hombre que levantaba la antorcha era, sin embargo, distinto a los demás. Su rostro alargado y de tez blanca como el mármol, parecía lleno de una extraña fuerza y maldad, que asomaba por sus ojos enrojecidos como una fuerza enloquecedora. Sus ropas también destacaban en medio del gentío. En vez de las telas anodinas y poco lustrosas del resto de habitantes del pueblo, aquel hombre lucía una túnica roja, probablemente de seda, repleta de adornos dorados que trazaban extraños dibujos retorcidos sobre su pecho y hombros. Se trataba con toda seguridad del sacerdote de aquella terrible comunidad.

Cuando Wortingthon consiguió observarle con mayor detalle, mientras se acercaba hacia él con la antorcha en la mano, algo le hizo volver a sentir un espanto irreprimible. Quizá, presa del terror, su mente comenzase a fallar en aquel momento, pero lo cierto es que creyó percibir como debajo de aquella túnica de color sangre, extrañas formas parecían zigzagear y contornearse, como si alguna criatura que no se atrevía ni a imaginar, se encontrase allí agazapada. Sin poderlo evitar, volvió a gritar con toda la fuerza que sus pulmones exhaustos le permitieron.

Cuando agotado volvió a reclinarse, escuchó como aquel fanático sacerdote comenzaba a entonar un extraño cántico, en un lenguaje que le resultó imposible de identificar. La intensidad de la extraña letanía fue incrementándose y una extraña sensación comenzó a apoderarse de Wortinthong. En su mente comenzaron a formase imágenes y sonidos que le eran desconocidos y ajenos, pero que poco a poco fueron ganando en coherencia. Su mente estaba siendo invadida por recuerdos que no eran suyos, recuerdos lejanos de épocas pretéritas, tan lejanas, que resultaban casi imposibles de comprender para una mente humana.

Tierras y aguas se separaron de un maremágnum inicial sin sentido. Abismos insondables y cumbres vertiginosas se crearon y murieron ante sus ojos, mientras criaturas incipientes se arrastraban por unas superficies de tierra aún poco sólida. Aquellos pequeños organismos primitivos fueron ganando en complejidad hasta convertirse en criaturas monstruosas, de formas hoy olvidadas e imposibles de describir. Aquellos seres cobraron conciencia de sí mismos y, arrastrándose sobre sus tentáculos y extremidades deformes, comenzaron a transformar el mundo.

Wortinghton pudo percibir sus mentes y comprendió que los recuerdos que sentía eran sus recuerdos. Con horror percibió claramente la inhumanidad de aquellas inteligencias, carentes de valores humanos y llenas de una crueldad y una maldad casi insoportables. Las vio luchar entre ellas por el poder, mientras se multiplicaban, animadas por el odio y el desprecio a su propia especie. Al final, aquellas luchas fueron mermando su número, hasta el punto de que sólo sobrevivieron los más fuertes y crueles. Sin embargo, tras su vitoria despiadada comprendieron que su mundo había quedado destruido por sus luchas brutales. Horrorizados, huyeron a ocultarse en simas sin fondo, hasta que pudieran volver a dominar una tierra productiva. Fue entonces cuando Wortingthon supo que aquellas criaturas aún permanecían, después de eones escondidas y aletargadas, esperando su oportunidad para volver a sumir el mundo en el violento caos que las vio nacer.

Leer la continuación

Escrito por: Juan Carlos Boíza López

http://www.jcboiza.com/

http://rincondelaimaginacion.blogspot.com/

2 comentarios:

Marta Lilián Molano dijo...

Hola Juan Carlos:

Empecé a leer El Visitante (4) y me motivó de tal manera que debí ir al comienzo del primer capítulo. Todo lo que leía causó tal impacto en mí, porque casualmente me sentí en parte identificada con lo que narras. Me agradaría saber si los motivos que te indujeron a escribir El Visitante, tienen que ver con experiencias propias o ajenas, quizás sueños o algo por el estilo.
Te pregunto, porque hace aproximadamente tres días experimenté lo que podría identificar como un sueño, con un ser extraño con tentáculos; un ser como el que describes, con la diferencia que yo no me sentí horrorizada por aquel extraño ser, el cual aunque no llegué a verlo, si a sentirlo y lo imaginé tan real, que podría describirse como un hombre pulpo. Lo que me sorprende, es que apenas ahora empecé a leer el Visitante, antes no tenía idea de los capitulos primeros, en tal caso pudiéramos definirlo como un producto de mi subconsciente.
‘¿Asombrosa casualidad? No sé responder a esta pregunta, pero hay tantos laberintos en nuestro ser, y en nuestra mente, que a veces me asombra pensar en todo lo que desconozco. ¿Sabes tu, si hay algún ser mitológico con éstas características? Si es así, por favor dímelo, pues me gustará saber mas al respecto.

Un abrazo
Marta

Juan Carlos dijo...

Hola Marta,

El Visitante es un relato que nació como un intento de rendir homenaje a un escritor que me encanta particularmente; H. P. Lovecraft. Este autor creó toda una mitología de dioses, que se conoce, a raíz de una de sus obras, como "Los mitos de Cthulhu". Estos dioses tienen formas similares a la descrita en mi relato y proceden de al noche de los tiempos a modo de seres primigenios.
"El Visitante" pretende inspirarse en esas mitologías, pero no obedece a un relato preconcebido, sino que estoy dejando que las ideas fluyan por si mismas hasta ver a dónde me llevan.
Me resulta realmente curioso que hayas soñado con un ser similar al que describo. Es posible que la atracción fatal (llamémosla así) que nos producen estos dioses de Lovecraft, provenga de que supo conectar con algo que se encuentra en nuestro subconsciente. ¡Quizá sueños o recuerdos olvidados de timepos pretéritos!.
Será mejor no ejarme llevar más por la imaginación o terminaré escribiendo la 5ª parte antes de tiempo.

Un saludo,
Juan Carlos