Es como subir la montaña, pero hacia abajo. Y hacia dentro.
Se oye el sonido de una gota que golpea contra el agua en algún lugar impreciso, alrededor, en cualquier sitio, en ningún sitio y en todos. Un sonido apenas audible, envolvente, apenas perceptible, sugerente, que abarca todo el espacio. Casi cristalino. Suave. Armónico. Total.
Solo se oye el silencio en la total oscuridad. Un silencio que abraza. Hay algo mágico. Tenebroso pero hermosamente mágico. Infinito. Tan infinito que abarca el absoluto, la nada, el todo. Eres sin ser. Nada en un vacío que sabes que está pero que no puedes asir, que supera todo lo imaginable. Giras la cabeza en cualquier dirección y nada se ve. El Hades debe ser, sin duda, así.
El casco, con la luz de gas ilumina un pequeño espacio por el que nos movemos con cuidado. El suelo es resbaladizo. Gires hacia donde gires la vista, las formas son caprichosas, como si alguien, un dios loco, se hubiese entretenido en crear sueños de una inmaterialidad exquisita. Formas creadas por las lágrimas de la tierra, de una tierra que llorase hacia dentro. Formas que se dibujan y desdibujan al compás del suave movimiento de la llama en un claroscuro fantasmagórico que se agranda con la sensación de ausencia, de vacío. El espacio y el tiempo detenidos por un momento en la retina para desaparecer al siguiente. El corazón acelerado por el esfuerzo y el poder de creación de belleza por parte de la naturaleza. El alma hambrienta de más. Deleite. Puro deleite. Exquisitez.
Andamos como a tientas, buscando el centro, el origen, el río que suena, en el interior. Una corriente, arriba, de aire, mueve las llamas creando dibujos etéreos que se diluyen en las paredes como espectros irredentos que saliesen a nuestro encuentro. Figuras revividas por nuestros deseos. Hay algo inmaterial, inmanente, ahí, para ser asido por el ojo, por la vista, por el alma.
http://diegojlara.blogspot.com
http://mirandofueradesdedentro.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario