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sábado, 30 de enero de 2010

El gran búmeran

Existe un antiguo artilugio generalmente realizado en plástico, madera, cartón o cualquier otro material liviano que debido a su preciso proceso de diseño y construcción adquiere la cualidad de volver a quien lo arroja en el aire de determinada manera. Este especial trozo que de especial no pareciera tener nada volverá a manos de quien lo ha arrojado sin haber tocado el suelo y sin que nadie desde el otro extremo lo haya enviado de vuelta. Su extraña propiedad ha conseguido despertar la curiosidad e interés de los niños que durante décadas se han entretenido con sus idas y vueltas antes de la irrupción en los mercados de la avanzada tecnología electrónica del juguete que ha sabido utilizarnos a todos, niños y adultos, como "juguetes" del consumo. Pero éste no es el "búmeran" del cual quiero hablarles, sino de otro que yo llamo el "gran búmeran". Está representado por la comunidad internacional cuando se muestra poniendo tanto esmero en tropezar siempre con la misma piedra. Paso a explicar el tema.

¿Cuántas décadas han transcurrido desde la terrible debacle producida por la Segunda Guerra Mundial? ¿Y desde la Primera? Podríamos continuar retrocediendo y encontraríamos que la historia se repite, una y otra vez, ineludiblemente. Y que nada aprendemos de ella. O aprendemos y con la misma rapidez que lo hacemos, luego olvidamos. Y volvemos a tropezar. Nuestra historia es un constante relato sobre conquistas, poder, conseguir, abarcar. Y cuando ya lo tenemos todo... queremos más. Es tanto el desmedido bienestar que necesitamos, que éste siempre traerá el malestar de los demás. De los que no tienen la misma suerte. Al final, perdemos todo por haber conseguido todo. ¿Qué intento decir con esta aseveración? En las últimas décadas hemos sido testigos de la angurria de las grandes potencias económicas y militares del mundo. Los llamados países "desarrollados" no se han visto satisfechos por el hecho de serlo y buscaron convertirse en países "súper desarrollados", sabiendo que aun conseguido esto, continuaría siendo insuficiente. La eterna insaciabilidad de la poderosa maquinaria social se ha procurado debilidad a sí misma. Apareció el creciente deterioro moral y ético ejemplarizado por una abrumadora cantidad de políticos corruptos que crece día a día. Esta actitud va trasladándose al sector privado de las empresas y los individuos. Es el conocido "sálvese quien pueda". Pero no advertimos que esa premisa nos puede ofrecer la ilusión de una victoria temporaria con vagas y erróneas imágenes de triunfo permanente. Finalmente, "no se salva nadie" pues todos vamos cayendo en el mismo pozo que succiona a víctimas y victimarios por igual. Y si no, veamos lo que pasa con el terrorismo, con la extrema pobreza en el mundo, con lo que hemos extraído de la naturaleza, devastándola y haciendo de nuestra única casa, el planeta, una especie de "pelota desinflada". Los millones de sus arcas que los poderosos se han querido reservar, hoy los deben invertir en estrategias siempre insuficientes contra el terrorismo internacional, en combatir el hambre y la enfermedad apenas en un grado ínfimo de lo que se precisaría, en reponerle a la naturaleza y al planeta lo sustraído, misión que hasta el momento resulta de dudoso cumplimiento. El desastre y la desesperanza se reciclan y terminan recayendo también en quienes los causaron. En definitiva, los errores de los poderosos los estamos pagando todos. Ellos también. Han arrojado una y otra vez este gran búmeran de apatía, incomprensión e intolerancia a lo largo de la historia de la humanidad. Y no importa cuántas generaciones hayan transcurrido ya. Los poderosos han actuado siempre con la misma estupidez: llegar a ser tales pero no saber mantener su situación debido a la ilimitada necesidad de continuar aumentándola en detrimento de los que ya no tienen ni agua potable para mantenerse en pie. Esta vez el gran búmeran está regresando a sus manos con tal fuerza que difícilmente lo puedan atajar. A menos que decidan dejar de repetir siempre la misma historia. Entonces, finalmente, deberán ponerse de acuerdo y cambiar las reglas de juego. O recibir el golpe mortal del "búmeran" que ellos mismos han creado.

Rudy Spillman
LIBRO ABIERTO

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