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martes, 19 de mayo de 2009

La desigual igualdad de la mujer



El siguiente artículo está dedicado a toda mujer y en especial si sufre de baja autoestima.

Cuando el ser humano pretende desestimar algo o a alguien descubre una habilidad especial para encontrar argumentos, crear deducciones, inventar un mundo propio sin ningún asidero y hacérselo creer a los demás. Esto es lo que ha sucedido durante décadas en nuestra equivocada sociedad patriarcal que ha ido creciendo con la idea de que el hombre es superior a la mujer. Si bien han existido también los matriarcados, la historia de la humanidad se caracteriza por una llamativa preponderancia de los primeros.
Es verdad que existen en la constitución física y fisiológica del hombre más posibilidades de desarrollar una mayor capacidad y fuerza físicas por lo cual las competencias deportivas han debido realizarse siempre por separado. Pero punto. Eso es todo. No podemos de ello deducir que somos superiores. Sería como intentar reconocer una superioridad en la mujer porque es la única que puede engendrar en su vientre. Confundimos "diferencias" con "superioridades".
Con el debido respeto, y dejando de lado la religión puesto que no todos la utilizan de guía en sus vidas, el ser humano es la raza predominante en el mundo y esto involucra tanto a la mujer como al hombre por partes iguales. No creo que existan elementos imparciales válidos para que alguno de ellos en forma arbitraria pueda erigirse y declararse superior al otro. Esta es la realidad. Otra cosa será aceptarla. En relación a la capacidad intelectual y afectiva, así como en cualquier otra especie de capacidades considero que no existen diferencias sustanciales y las que se manifiestan sólo están dadas por el hecho de haber incentivado el desarrollo de algunas y cercenado el de otras, en uno u otro sexo, de las tantas funciones y actividades existentes. Las estadísticas, a las que tan proclives somos no muestran más que diferencias en las tendencias provocadas por nosotros mismos merced al incentivo puesto en el desarrollo de una u otra actividad por parte de uno de los sexos. Nunca han demostrado comprobaciones científicas que demuestren la preponderancia de uno u otro en un area específica y si así fuese, ello tampoco ofrecería argumento suficiente para declarar la superioridad total de uno de ambos sexos.
Sin embargo, y a pesar de la positiva evolución que venimos experimentando en tal sentido, no sólo equiparando la mujer al hombre sino mostrando tolerancia y comprensión en otros tantos temas sociales que nos enseñan en cierto modo que no somos quienes para aceptar o no lo que de todas maneras existe y que nos muestra que no todo lo que hay debe ser de nuestro agrado, aparecen aún pequeños y burdos ejemplos que nos dejan entender que el camino no ha sido del todo recorrido.
Uno de estos ejemplos lo constituye la forma despreciativa en que todavía se suele considerar que detrás de un bello rostro de mujer y un agraciado físico se encuentra un ser vacío. No hay expresión más equivocada, peyorativa y humillante que ésta. Fijémonos que no se suele decir lo mismo respecto de un hombre por más atribuciones físicas que la naturaleza le hubiese prodigado. ¿Cuál es la diferencia? La que aún está en nuestras mentes, tanto de hombres como de mujeres. En eso somos totalmente iguales, aunque las mujeres siguen bregando por sus derechos y el reconocimiento de su igualdad frente al hombre, continúan sintiéndose en el fondo algo inferiores. Un error que arrastran a través de culturas y tradiciones y el haberse acostumbrado y sometido a la prepotencia del hombre durante tanto tiempo en vez de haberle hecho frente en nombre de la indiscutible igualdad de nuestra raza.

Gracias a Alberto por el diseño del rostro de mujer.

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Rudy Spillman

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