¿Cuántas veces sucede que alguien nos clava un puñal por la espalda en el mismo momento que nos demuestra su amistad con un abrazo? Por eso solemos respetar tanto al enemigo que se muestra desde un principio como tal. Porque no se esconde detrás de afectos inexistentes para ganar terreno. Porque no especula con engaños para poder obtener ventajas. Porque es leal a su enemistad aunque entienda que los odios no conducen a nada. Porque no utiliza la hipocresía y la falsedad para lograr sus objetivos. Debido a que los fines no justifican sus medios.
Tampoco debiera ser así. Quizás poder "comprender", que no significa "estar de acuerdo". Poder dejar de lado el despotismo de atribuirse la razón. Y entonces poder arrojar a un lado el puñal. Y mientras no logremos esto, al menos, dar la oportunidad al adversario de estrecharse las manos, ambos armados.
Rudy Spillman
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