El festejo empezaba el 16 de diciembre con la primera posada, ya había sido acordado entre los adultos cual familia seria la responsable de organizarla.
Terminado este rito, a romper las piñatas, ya nos habían explicado que la forma tradicional es para representar a la estrella de Belén. Con cada golpe, una lluvia de colores, mandarinas, tejocotes, colaciones, caña de azúcar, en fin, un festín de golosinas nos caía del cielo, alguna vez, un niño lastimado, pero nunca algo serio, continuando con una cena, generalmente de tamales entre amenas charlas, risas, chocolate caliente para nosotros, café para los adultos. Entrada la noche, las despedidas:
Pero llegaba el día 24, la Noche Buena, la víspera de la Navidad, esa fiesta era distinta a las pozadas, esa noche era nuestra noche, la noche de cada quien, era la noche de la familia, los abuelos, los tíos, los primos, incluso los familiares que venían de otra ciudad y que teníamos pocas oportunidades de frecuentar, la casa, impecable, ornamentadísima de acuerdo a la ocasión, las luces de colores daban un toque mágico y los cánticos navideños en las bocinas de la consola, de nuevo oración, de nuevo villancicos y no podía faltar la abuela con una canción de cuna. La cena, deliciosa, había sido preparada por todas las señoras, ni que decir de la mesa, montada como para recibir a alguien de la realeza en nuestro hogar. Así se celebraba la navidad en mi niñez.
Es muy triste lo que hemos hecho con la Navidad, pocos recordamos que lo que se festeja es a nuestro señor Jesús hecho hombre, hemos olvidado que nuestro Dios nos mandó a su único hijo para salvarnos de nosotros mismos.
Es fácil encontrar culpables para esto, somos victimas de la mercadotecnia, en todos los medios, electrónicos o impresos nos saturan con mensajes referentes a donde y que es lo que debe comprar Santa Claus. A cada paso lo vemos, en todos lados escuchamos su característica risa, en los centros comerciales y en los parques es posible tomarse una foto con el y también es posible sentarse en sus rodillas para hacerle, personalmente, el pedido para navidad, ahora las casas se adornan con duendes que son sus ayudantes y en mil puertas podemos ver su imagen dando la bienvenida. Hay publicidades tan fuertes, que ahora nos enteramos, por ejemplo, en cual almacen hace sus compras Santa. Ya nadie piensa en el milagro del nacimiento de nuestro salvador, estamos preocupados por ver en que establecimiento podemos encontrar los precios más bajos, no nos importa unir a la familia y dar gracias a Dios, nuestro padre, por todo lo que nos regala, estamos mas ocupados escogiendo la ropa que estrenaremos en la fiesta de el 24 de diciembre, además de estar desesperados por saber que nos irán a regalar.
Estoy cansado de Santa Claus, este personaje regordete y bonachón, ha llegado a la tierra a robarse lo más sagrado que tenemos los católicos, lo más hermoso que nos ha dado nuestro Dios con su inmenso amor.
Lo que hemos hecho con la Navidad, es en verdad vergonzoso, es irrespetuoso y me atrevo a decir que raya en la blasfemia.
Hablemos de las posadas: ahora no son en casa del vecino, las posadas son en casa del Ingeniero Gómez o del Licenciado Ramírez y hasta habrá una en casa de Lupita, la recepcionista de la oficina, pero ya no son familiares, ya no hay velitas de colores, no hay nacimientos, no hay dulces, no hay peregrinos ni letanías, es más, ni siquiera hay niños, la cita es a las 11 de la noche y ya estás advertido de que tienes que llegar con lo que te encargaron, habrá una botana preparada con la cooperación de cada invitado y por supuesto habrá bebidas a granel, música a todo volumen y será una parranda de antología, ahora son un pretexto para trasnochar y distan mucho de su finalidad original. De las preposadas, ni que decir, ni siquiera tengo idea de donde salieron.
Ahora lo que tenemos que hacer, entre todos, es rescatar la navidad para Jesús, para nuestra iglesia, para nuestros hijos y para nosotros mismos. Hagamos memoria, los de mi generación, los mas jóvenes no sabrán de que hablo, acordémonos cuando fue la ultima navidad que festejamos el nacimiento de Cristo, pero sin estar opacado por Santa Claus.
Dios es la navidad, no los regalos ni las fiestas, hay otros 364 días cada año para hacer pachangas, solo tenemos una Navidad al año, entonces, respetémosla y celebrémosla como es, agradezcámosle a nuestro Dios el regalo que nos dio.
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