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Esperamos que encontréis aquí respuestas a algunas de vuestras inquietudes y también un momento de esparcimiento, acompañados de la mejor literatura.

domingo, 5 de octubre de 2008

Regueros

Bebí las aguas de tu aliento y descendí al Hades, infierno de los sedientos, con el lamento pútrido del desastre envolviendo mi alma como un sudario descompuesto. Y las lágrimas ya no eran sino frías piedras de mármol negro, lamentos de azabache resquebrajado.

Me muevo con la suave cadencia de una ola, acariciando el viento que se desliza entre mis dedos. Avanzo lento por el flujo de la vida oyendo los sonidos ampliados de no sé qué cosa… Muero.

El sonido seco del percutor. La velocidad de una bala. El golpe contra el cuerpo. La luz que se desvanece. El aliento que se hiela. La vida y la muerte. Despedida.

¡Qué hondos y tenebrosos son los caminos del despropósito! ¡Qué amargas las consecuencias! Me devano el alma, los sesos, en busca de las acciones, de los lamentos y su por qué, y no encuentro sino desazón y abandono. Íntimamente perturbado. Desolado. La raíz sin límite. La inconsecuencia y su realidad. El denuesto. No hay sabor. Ni olor. Solo desastre. Irresponsable. Solo el yo. Siempre el yo. Solo encuentro la sinrazón amarga de un amor apagado, marchito, que se va por la cloaca del absurdo y su inconstancia. Miramos y no vemos. Pensamos y no sentimos. Queremos, pero no amamos. Pero creemos. O queremos creer. O pensamos que creemos. No avanzamos. Decimos de las palabras. Decimos las palabras. Siempre yo. Siempre el yo. Observamos los colores y los transformamos en una suerte de alquimia, que acabará con la destrucción de todo lo bello, en negro. Negro que degradamos para conformarnos, para confortarnos, para creernos. Desilusión. Triste desilusión que apaga.

Caen las gotas una a una con un ritmo inmisericorde, creando círculos concéntricos que se expanden agotándose suavemente en la nada de lo aparente. Dejamos de ser por sentir que creemos. Como el agua pútrida de una cloaca. Deshechos. Trazos mal hechos. A cincel. Abandonamos los pinceles con los que hemos dibujado los trazos más hermosos de una vida de colores, para armarnos de espátulas y clavos con que horadar y fijar, en un afán sin sentido por parecer, por creer que es lo que no es, por tanta estulticia. Vana ilusión. Vanitas vanitatis.

La desesperanza es el peor camino para la razón. De ahí tantos errores cometidos. Prefiero el sueño. Quiero el camino del abandono, antes que el pensado a base de inconsistencias, de creencias del Yo, de querencias del Yo. Yo. Prefiero soñar con despertares entre rosas y azucenas, lirios y amapolas. Prefiero andar por la senda de los colores, que por el camino de la querencia, de la apariencia. Prefiero el sueño del tiempo que no es, pero que regala la vida con su belleza infinita.

Y suena la muerte. Dispara. Se acaba.

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