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martes, 26 de agosto de 2008

El motor de nuestras vidas

(Relato basado en una historia real)

Recuerdo en una oportunidad, que una joven se encontraba entusiasmada en la compra de un vehículo. Acababa de obtener su registro de conducir. El coche tenía sus años pero estaba en muy buen estado y en el mismo precio de una simple motocicleta de la misma antigüedad. Esta última había sido su primera opción, pero los padres la habían disuadido de desistir por la peligrosidad del vehículo en sí. La verdad es que no había en el mercado automotriz, en aquel momento, automóvil que estuviese en tan buen estado y en tan bajo precio. Pero los familiares de la joven y ella misma intentaban hacer un doble negocio con los dueños, una joven pareja que ya había adquirido otro coche más moderno y estaban un poco urgidos del dinero.

Comenzaron las negociaciones y los potenciales compradores, que habían exigido en un principio la revisación del vehículo por parte de un mecánico, de pronto, ansiosos por concretar un mejor negocio, ofrecieron a los dueños cerrar la operación allí mismo, con todo el dinero en mano, pero con la condición de que aceptara reducir su precio en un 20%. La pareja sorprendida, titubeó. Se miraron, y sin descartar del todo la posibilidad le contestaron a los interesados que había otro comprador que debía contestarles en un par de horas y que preferían esperar. Los vendedores y potenciales compradores eran vecinos, por lo que intercambiaron números telefónicos y estos últimos pidieron a los primeros les contestaran a la brevedad. La joven regresó a su hogar con sus padres, convencidos los tres de que aquel otro comprador era "imaginario".

Transcurridas un poco más de tres horas, telefoneó la mujer, dueña del vehículo en cuestión, informando con alegría a la familia interesada, que el automóvil se acababa de vender a aquellos interesados de los cuales les habían hablado.

A la familia de la joven que había perdido aquel negocio, le invadió de pronto la sensación de haber perdido un "gran" negocio, quizás aún mayor de lo que habían pensado, sólo por ser angurrientos y querer comerse una torta mayor de la que les estaban regalando. Se trataba de una pequeña desgracia en el mundo de los pequeños e incipientes negocios que se prestaba a iniciar la joven. Las posibilidades de la compra de un coche se alejaban puesto que se precisaba bastante más dinero para poder acceder a una compra similar. La sensación de fracaso y frustración los invadió por un momento, cuando el padre y esposo les habló así a las mujeres:

- existe un motivo que no conocemos y por el cual a pesar de todas sus ventajas, la operación no se concretó. Deberemos esperar y si tenemos paciencia y nos concentramos en la idea, en algún momento nos llegará la información sobre cuál es el paraíso que se esconde detrás de esta pequeña desgracia. Porque siempre hay un beneficio escondido detrás de cada una de las cosas o situaciones que no salen como queremos. Pero no todos sabemos esperar, revisar y observar hasta que las señales precisas aparecen y justifican lo ocurrido. Al no estar suficientemente atentos, perdemos la información y entonces no quedamos enterados de la existencia de este proceso universal que se encuentra siempre a favor nuestro.

La hija y la mujer del hombre, ya conocían su forma de pensar y no le prestaron demasiada atención. Les quedó instalada dentro la misma sensación: haber perdido un gran negocio y brillante oportunidad por no saber actuar adecuadamente.

Por supuesto, esta sensación era completamente distinta a la que sentía el hombre.

Transcurrieron algunos meses y todos se olvidaron del vehículo perdido, el negocio mal llevado, y toda la situación había quedado atrás.

Los padres comenzaron a tener problemas económicos, a la hija le habían recortado considerablemente las horas de trabajo, por lo que vio su salario de pronto, sustancialmente reducido. Surgieron problemas de salud en la familia, que si bien no fueron graves, limitaron a todos los integrantes de la misma y les provocaron mayores gastos en una época en que su economía se encontraba debilitada.

Dicen que no hay mal que dure cien años, y así fue, porque al año y medio pudieron comenzar a recuperarse. Pero durante ese duro período, sólo el padre de una y marido de la otra, pudo advertir que de haber concretado aquella operación de compra, a pesar del buen precio, lo único que hubiesen logrado es almacenar mayores problemas a los que se avecinaban. Fue claro para el hombre, que cuando la época de vacas flacas llegó, aun un pequeño autito barato hubiese resultado una pesada carga, debido al dinero invertido que ya no poseían y necesitaban más que nunca, a lo que hubiesen debido sumar los gastos propios de todo automotor, y todo ello sin considerar que pudieran sufrir un accidente en el tránsito, teniendo que abandonarlo por no poder asumir la reparación del mismo.

Pero de todo esto, las mujeres no se enteraron.

Relato en apoyo de la teoría presentada en el libro: "El Paraíso Escondido detrás de Nuestras Desgracias – Autoayuda Autobiográfica", con descarga gratuita en: www.lulu.com.es

Rudy Spillman

http://libroabiertorudyspillman.blogspot.com

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