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lunes, 28 de julio de 2008

Paternal movimiento de la moral, el corazón y las neuronas


Versar sobre paternidad o tú paternidad. Porque esa es diferente en la natural igualdad de ser padres. Versar sobre el asombro de ver con ojos gastados un esfuerzo de posición que toma tu inmortalidad vestida de frágil y hermoso cuerpo humano por estar, ser y pertenecer. Dijo ese cuerpo un día preguntarse por su aceptación entre otros pares y no. E hizo evidente, dado su gesto, sus palabras y sus ojos, su deseo a estar y vivir. Y entonces hoy frente a su rostro pincelado de pixeles, pequeño en medio de un espacio blanco que se lleva las neuronas, un asombro asoma lleno y rebalsado de risas torpes y auto-ironía porque no nace respuesta exacta alguna que acomode tu desadaptación a la moral lingüística perfecta, de existir ésta.
Si sólo hubiese que jugar al dibujo de la descripción, diría que mis manos temblaron un poco, mi cabeza tendió a esconder los ojos de la pantalla y, junto a ese movimiento, se sumergieron también los destellos o quizás estelas de la derrota que proporciona lo que tu mente para sobrevivir llama el sistema. Risas inseguras y quejumbrosas escaparon e incluso un amago de enejo y disposición a la petición de explicaciones. Así como jugando a “La Gran Sociedad” con fichitas y un cartón. Así como ingresando en barrotes que encierran la insolencia y la búsqueda de respeto y hacen que los cuerpos sangre suden y que la mente caiga como naranja que se pudre.
También luego levanté mi vista y con ella mi cuello. E impulsé los huesos con combustible de la calle y de la deposición del vuelo libre de las aves, de las fecas de esas aves. Y sembré tiempo de pensar. Respiro que no me es ajeno y que cuestiono llamarlo respiro. Y pensar no es tan malo –dijo el cansado- pero mejor ponerse a pensar corriendo. E inicié las imágenes con la foto de su rostro, con esa foto pequeña que muestra parte de su rostro que ella decide exhibir y que es objetivado en la arena de las masas con el click de su mano. Y sólo veo uno de sus ojos. Y su pelo es liso y caído, cuidado y configurado de acuerdo al rostro. Y su individual ojo se acopla a una boca en círculo que surge desde la frente ceñuda, alargada, llevando consigo gran dosis de poder, de esa lava que aún no brota y que fue creada de tus actos. Algo dice su rostro, pero no me es claro descifrarlo, describirlo ni interpretarlo. Proceso en el que chocan nuestros carros de fuego y lanzas. Un estado animal, épico, genético y eterno de ira y ansias de desconocida libertad.
Todo eso en pocos actos. Todo pasando raudo y desconfigurado por mi mente. No por eso menos cierto, pero sí base para actuar y no para sucumbir. Y cojo el teléfono para oír su voz y mencionar el tema de mi asombro y su aparición. Pero no contesta nadie, ni ella ni su madre. Y para colmo suelto un alivio acompañado de un desahuciado suspiro. Es un asco ser un as de la baraja adaptable, de los naipes reproducibles y transformables.
Y sigo pensando o en tiempo de pensar. Creo cruzar mis manos y llevar en asiento mi cuerpo a un costado de la cama. Sólo por unos segundos creí descansar y, ahora que lo recuerdo, creo que busqué descansar. ¿Qué tan malo pueda ser? ¿Es por ella, por ti o por ellos el acto de cuestionarse? ¿Por qué cuestionarse? ¿Tienes esa respuesta en los códigos que tú divulgas para ser escuchado? Irónicamente recordé una serie de televisión que construye un mundo amoral y superficial, y que en esa profundidad, para algunos decadente, encuentra su sentido y fundación. Y creo haber patéticamente proyectado algo de nuestras vidas en ese mundo, desde mí vida por supuesto. Y ahora que también lo recuerdo, debió ser también por adaptación.
Después me reí pensando en reprimendas on-line, o ciber-reprimendas. Y más me reí pensando en una deshumana y despersonalizada relación. Más encima ni mi apellido llevabas. Y no se si pueda mostrar esto en por esa misma maldita razón. Pero no dejaría de jactarme internamente si lograse revertir tal situación. Ha de ser eso una señal de atolondrada y racional libertad, lo cual también alegra un poco.
Y así me fui encerrado en su vida, en su mente, en sus estudios, en sus comidas, en sus amores y sus miedos. En su piel blanquita y sus huesitos en crecimiento. En su aparición y mi corazón. Y entonces veré qué pasa con esta nueva carrera que despierta y se dispara. Ella irá con sus amigos y sus sueños. Deberá crecer con sanas reglamentaciones y adecuadas comidas. Debe aprender y estudiar. También salir, dormir, jugar y ser feliz. No es pequeña, pero no es grande. Y entonces prioritario es transformar la paternal y oficial situación que hace malditamente social nuestra relación.

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