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domingo, 13 de julio de 2008

CUANDO EL TIEMPO TE ALCANZA



Llega un tiempo, en el que es necesario mirar hacia atrás, justo cuando ves en el espejo canas, arrugas, ojeras, cansancio. Pero ves también logros, felicidad, estabilidad. Es momento de poner tus aciertos y tus errores en una balanza.
Anoche me toco a mi, justo antes de acostarme, descubrí que el tiempo ha pasado y que ha dejado su marca en mi piel; que lo que he logrado hasta ahora quizás será todo lo que tendré, que lo que he dejado pasar, ya no podré recuperarlo.
Comienzan las preguntas: ¿Eres buen hijo? Hace veinte años hubiera respondido, sin pensarlo, que si. Ahora se que no, que falle mil veces, en cada rebeldía, en cada pleito con mis hermanos, en cada necedad, en cada capricho, en cada mentira y en cada “no se que mas”. Hoy que veo en mis propios hijos su mentalidad “neoliberal y de izquierda radical” he comprendido que no soy buen hijo.
¿Eres buen hermano? Por lo menos he tratado de serlo, siempre se donde están mis hermanos y saben que yo estoy aquí, aun que en ocasiones sea solo para escuchar, no tengo un “si” rotundo pero no me gustaría pensar que no lo soy.
¿Fuiste buen estudiante? Aquí tengo que decir, sin modestia, que si, lo fui y lo sigo siendo, me titule hace muchos años, pero aun hoy sigo leyendo y tratando de aprender cosas nuevas.
¿Como marido? Demuestro mi amor sin inhibirme, comparto todas mis alegrías aún que me guardo algunas preocupaciones, no, no ayudo en las tareas domesticas, no disfruto a la familia política, no soy afín por completo, en este punto me califico con un “regular”.
¿Cómo padre? Que difícil, se que lo he intentado, a pesar del poco tiempo que me queda por mi papel de proveedor, comparto juegos, esos espantosos programas de televisión, insufribles domingos bajo el sol cuando tienen partido, soporto sus escandalosas reuniones, en mi sala, con estruendosos sonidos de aparatos casi extraterrestres que provocan en ellos extraños júbilos aderezados con conversaciones en un español exclusivo para su generación. De su perro, mejor ni hablar y mucho menos de su imagen desaliñada que avergonzaría al mas sucio vagabundo. Pero rió mucho con ellos, lloro cuando ellos lo hacen. Si soy o no buen padre, solo lo responderá el tiempo, cuando vuelen solos y sepa que pueden hacerlo.
¿Que importa si ya falta cabello en mi cabeza? Ahora, con las zanjas del tiempo marcadas en la cara y con los achaques propios de la edad, aparece un miedo nuevo: ¿Habré sido tan buen padre como para que mis hijos vuelen lejos? No imagino mi casa sin sus gritos, sin sus pleitos, sin sus risas.
Retomando, la respuesta es si, he disfrutado mi vida, seguiré haciéndolo hasta que no me quede aliento.
Un consejo: párate frente al espejo y decide si es tu momento, pudiera ser que no te guste, pero te hará bien.
octavioponzanelli@gmail.com

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