Una vez que lees a Pessoa te queda un regusto amargo, o no amargo; pero si notas en el paladar del alma que algo amargo, acre o de un sabor indeterminado, pero en cierto modo desagradable, se hunde en ti, amargándote, como si las raíces de la vida entretejieran una malla de aromas pútridos que traspasaran lo inmarcesible y se adentraran más allá del lugar donde deseas, entregándote algo que no quieres, sin saber bien por qué, pero que sientes como inevitable. Y una desazón te hiere por dentro y notas que no puedes, pero que debes, y de ahí que te sientas indefenso y no sepas donde mirar ni donde ir ni a quien recurrir. De ahí que lo único que desees sea morir.
La vida es un supremo devenir de inconstancias. De ahí que erremos el camino con la simplicidad que nos caracteriza. De ahí que caigamos siempre en la inutilidad de lo opaco. De ahí que seamos siempre sólo necios en un mundo de necios.
Tal vez no deberíamos leer nunca a Pessoa. Tal vez no deberíamos dejar de leerlo jamás.
Estas son algunas de sus palabras más hermosas:
Y la suprema gloria de todo esto, amor mío, es pensar que quizás esto no sea verdad, ni yo lo crea verdadero. Faltamos si entretuvimos (podemos morir si apenas amamos).
Diego Jurado Lara
No hay comentarios:
Publicar un comentario