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sábado, 23 de febrero de 2008

El Coleccionista

coleccionista

Me parece adecuado advertirle, querido lector, que la historia que voy a relatarle a continuación, no es una historia agradable. De hecho, es una historia que, por su cruda naturaleza, ha sido relegada a los anaqueles perdidos de la memoria de tan sólo unos pocos hombres, entre los que me encuentro. Sin embargo, me ha parecido oportuno rescatar de mis recuerdos la historia de Manfred Sterling. Quizá, el nombre despierte en usted extrañas connotaciones artísticas, porque, aunque hace ya más de medio siglo, llegó a ser considerado el mayor coleccionista de la historia.

Sterling nació en los años treinta, en un barrio miserable y perdido de Brooklyn. Descendiente de una familia alemana emigrada a EEUU en los años veinte, sufrió en sus carnes infantes los rigores de la depresión. Quizá fue esto lo que marcó su peculiar carácter, pero de lo que si tenemos constancia es de que su madre, viuda al poco de nacer él, fue su único referente familiar durante estos primeros años. Casi todos los estudiosos coinciden en que fue ella quien marcó la que sería su posterior obsesión coleccionista.

Aunque no todos los biógrafos se ponen de acuerdo en las fechas, lo cierto es que, con tan sólo cinco años, su madre le mostró, el que sería el primer objeto de su colección; un frasco de formol en el que había conservado su cordón umbilical y algunos fragmentos de la placenta. Lo más probable es que la visión de aquellos tejidos humanos, parduzcos, apergaminados y medio disueltos en el líquido cristalino, hubiesen provocado repulsión y cierto asco en cualquier otro niño de su edad. Sin embargo, lo cierto es que a Sterling le causaron una gran curiosidad y una fascinación infinita. En muchas de las cartas que han podido ser rescatadas de su colección particular, relata aquel momento como el instante en que la idea de su peculiar colección tomó forma.

Sólo unos meses después, los dientes de leche comenzaron a caérsele al joven Sterling y éste decidió recoger, todas y cada una de aquellas piezas dentales nacaradas. Las guardó con extremo cuidado en pequeños recipientes de cristal, en los que apuntó con precisión la fecha y hora exactas de la caída dental.

Tras este primer episodio coleccionista, sólo sabemos que se dedicó a sus estudios como cualquier niño normal durante los siguientes años Era un estudiante aplicado y eficiente, aunque tímido y retraído en sus relaciones sociales. A penas hay constancia de amigos o pertenencia a bandas infantiles o juveniles. Con doce años se produjo el segundo episodio destacado de su biografía. Tras reunir cromos, chapas y bolas de cristal, su espíritu inquieto se despertó de nuevo, exigiéndoles nuevas vías de coleccionismo. Con curiosidad infinita, decidió buscar en su propio cuerpo una nueva fuente para su afición, tal y como hiciese con sus piezas dentales, encontrándola en sus propias uñas. Desde aquel día, aquellas pequeñas tiras semitransparentes con forma de media luna, se convirtieron en un nuevo icono coleccionista, guardándolas cuidadosamente en impolutos recipientes cristalinos.

Poco más conocemos de su biografía hasta su edad adulta. Sabemos que cursó estudios de Bibliotecario Documentalista y que se colocó en la famosa librería de los hermanos Cotton en Maryland. No hay constancia de nuevas colecciones en esa época, hasta que un nuevo suceso vino a conmocionar su, hasta ese momento, apacible existencia: la muerte de su madre. Fue entonces cuando se produce uno de los primeros sucess que podríamos calificar de geniales, pero también como los primeros indicios de que algo andaba mal. Durante el funeral de su madre, Sterling, según confesó el mismo tiempo después, utilizó un pequeño tubo de ensayo con tapón de goma, para recoger cada una de las lágrimas que derramó por la muerte de su progenitora. Desde aquel momento inició una nueva colección consistente en recoger todas las lágrimas que fue derramando el resto de su vida. Incluso inventó un sistema de almacenamiento refrigerado que aseguraba su mantenimiento en estado líquido sin evaporación alguna.

Después de esto, dio comienzo lo que algunos han llamado su periodo de iluminación. Sterling comenzó una escalada de recolección de nuevos productos generados por su propio cuerpo. Tras las lágrimas, le llegó el turno al pelo, que recogía cuidadosamente de las sábanas, peines o de sus propias ropas. Después comenzó a recoger sus orines e incluso heces, con métodos de su propia invención, que siempre fue reacio a revelar.

Tres años después, el volumen de su colección era tan vasto, que se hizo necesario adquirir un local de grandes dimensiones. Fue entonces cuando adquirió un enorme edificio del Distrito de Columbia, hoy desaparecido y muy difícil de ubicar, dado su triste final. Se trataba de un colosal almacén perfectamente acondicionado, en el que Sterling gastó todos sus ahorros. Tardó casi dos años más en terminarlo, pero cuando por fin fue una realidad, el resultado asombró al mundo.

El local fue abierto al público una semana de septiembre. Sterling rondaba entonces los cuarenta años de edad. Cuando los grandes medios de comunicación y lo principales gurús del arte vieron su enorme colección, quedaron asombrados. En largos anaqueles se encontraban perfectamente alineados, en preciso orden cronológico, todos los productos generados por su propio cuerpo en los últimos diez años. Incluso se encontraron con dos enormes tanques transparentes, mantenidos a la temperatura del cuerpo humano, que mostraban a los asombrados espectadores, el orín y las heces producidos por el cuerpo de Sterling hasta ese momento.

El mundo contuvo la respiración, mientras los medios de comunicación anunciaban al mundo que Sterling había concebido y llevado a cabo el mayor proyecto artístico y coleccionista de la historia. Se trataba, según llegó a comentarse, de la exposición y colección definitiva; el interior del propio hombre expuesto con absoluta crudeza y realismo.

El éxito fue fulgurante y apoteósico. Sterling fue llamado por los más prestigiosos museos e instituciones a nivel mundial. Su exposición fue transportada, con excepcionales medidas de seguridad, a las cuatro esquinas del mundo. Durante todo este tiempo de giras incesantes , Sterling, no dejó de incrementar su colección, pues, como él mismo decía, siempre estaría necesariamente incompleta.

Tras cinco años de deambular itinerante por todo el mundo, Sterling volvió a EEUU, y su colección recabó de nuevo en su edificio del distrito de Columbia. Fue entonces cuando comenzó su periodo oscuro. Desapareció de la vida pública y se recluyó en su nueva casa; una mansión que se hizo construir adyacente a su museo. En las pocas apariciones públicas que realizó en los años siguientes, se le veía pálido y desmejorado. Sólo se conocen unas declaraciones hechas en aquella época, en las que declaraba estar trabajando en un proyecto que podría completar definitivamente su colección.

Cuando Sterling rondaba, según los biógrafos, los cincuenta años de edad, anunció por fin que su proyecto estaba terminado y que sería inaugurado el primer lunes del mes de octubre. El mundo del arte se sobrecogió emocionado y sus seguidores incondicionales se prepararon para contemplar su nueva genialidad.

Aquel lunes, los medios se agolpaban frente a las puertas del museo, que había permanecido cerrado los últimos seis meses mientras se terminaban las reformas necesarias para la nueva exposición. La expectación era máxima; las televisiones, las radios y la prensa mandaron sus mejores redactores a cubrir el acontecimiento. A las doce en punto de la mañana, las puertas se abrieron automáticamente, mediante un sistema programado como se supo más adelante. Los periodistas penetraron en el recinto conteniendo la respiración. Reconocieron de inmediato los mismos anaqueles que ya conocían. El material depositado había crecido enormemente, pero seguía siendo la misma exposición. Un tanto decepcionados y confundidos, atravesaron en el recinto hasta llegar a unas relucientes puertas metálicas, que, con un chasquido, se abrieron a su paso, dejándoles penetrar en una estancia totalmente desconocida para ellos.

La sala se encontraba en penumbra. Las luces estaban preparadas para irse encendiendo a medida que las personas entrasen en el recinto, enseñando el nuevo material de forma paulatina. Lo primero que se iluminó, fue una zona de la pared, que mostraba un extraño cuadro. Al acercarse, vieron como se trataba de un simple lienzo, de unos treinta centímetros de lado, con un extraño color anaranjado y de textura peculiar, que no supieron identificar en un primer momento. Sin embargo, cuando leyeron el pequeño letrero con el que estaba etiquetado, supieron que se trataba de piel humana del propio Sterling.

A estas alturas todos los asistentes guardaban un completo silencio y la expectación inicial daba paso, poco a poco, al espanto. Repentinamente, se iluminó un nuevo expositor, sobrecogiéndoles a todos. Se trataba de un extraño circuito de cristal, formado por varios tubos interconectados, en el que un líquido rojo fluía de forma continua. Bajo él, un letrero explicaba que allí se encontraba toda la sangre del cuerpo de Sterling. En aquel momento hubo varios desmayos y algunos asistentes decidieron abandonar el lugar. Otros, sin embargo, continuaron, convencidos de que todo debía tratarse de una broma macabra del genial Sterling.

Finalmente, llegaron al fondo de la sala y la luz se iluminó por completo, mostrando el último de los objetos de la colección. Un enorme tanque de cristal, lleno hasta el borde de formol, apareció ante ellos. En su interior, el cuerpo de Sterling flotaba bamboleándose de un lado a otro, como mecido por un peculiar oleaje. Los gritos de horror fueron unánimes y la mayoría de las personas asistente huyeron despavoridas ante aquel macabro espectáculo.

Recuerdo todo con claridad prístina. Estaba allí, representando un periódico, cuyo nombre hoy ya no importa, y aún recuerdo el aspecto del infortunado Sterling, convertido en el último objeto de su propia colección. El cadáver flotaba inerte, su piel estaba blanca como la cera y puedo asegurar que no quedaba en ella huella alguna de pelo o vello corporal. En su espalda era visible un enorme cuadrado, en el que el músculo descarnado era visible, tras habérsele cortado la piel. Las uñas de las manos y de los pies habían sido extraídas completamente y su pelo estaba cortado al cero. Incluso las cejas y pestañas habían desaparecido, camino, como todo los demás, de frascos cuidadosamente colocados por toda la sala. Pero, aún con todo este panorama dantesco, lo que más me impactó no fue su aspecto, sino su expresión. Pudo asegurar que en su rostro se dibujaba una sonrisa de absoluta satisfacción, de la auténtica felicidad de quien sabía concluida la labor de una vida.

Toda la exposición fue destruida y el propio Sterling olvidado y enterrado, como si nunca hubiese existido. Los mismos que le encumbraron y llamaron genio, nombrándole el mayor artista coleccionista de la historia, le denostaron, después de lo ocurrido, llamándole simplemente loco. En unos meses nadie recordaba ni siquiera su nombre.

Por eso he querido traeros hoy su recuerdo, para que todos podamos reflexionar sobre el genio que se volvió loco, o quizá, sobre el loco que se convirtió en un genio. Sea como fuere, lo cierto es que ni siquiera hoy me atrevo a decir a ciencia cierta si su colección era realmente arte o tan sólo una completa locura de una mente alucinada.

Existe, sin embargo, un rumor que me inquieta. Desde hace unos años, se dice que en un lugar perdido de Europa, existe una vieja mansión de lujoso diseño, en cuyo sótano se esconde una inmensa colección de arte robado de todas las épocas. Goyas, Velázquez e incluso Picassos perdidos o robados, se amontonan en inmensas salas perfectamente acondicionadas, y ocultas a la vista de los curiosos. Algunos cuentan entre susurros, que en una de estas salas se guarda una extraña colección. Cientos de anaqueles con producto extraños se alinean en estantes sin fin, y, en su centro, destaca un gran depósito de cristal, en cuyo interior se encuentra el cadáver de un hombre desnudo y satisfecho.

Escrito por: Juan Carlos Boíza López
http://rincondelaimaginacion.blogspot.com/
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http://www.sindone.es/

1 comentario:

Boirina dijo...

Muchas gracias. :)