Escritores Club forma parte del portal de literatura Escritores Libres y pretende convertirse en una propuesta cultural innovadora, capaz de ofrecer al lector la oportunidad única de conocer sus autores favoritos y dialogar con ellos directamente, sin intermediarios. Hemos reunido los mejores escritores independientes del panorama literario actual, dispuestos a ofrecernos su talento y sus valoraciones, no sólo sobre sus obras, sino sobre la literatura en general y el mundo que la rodea.

Esperamos que encontréis aquí respuestas a algunas de vuestras inquietudes y también un momento de esparcimiento, acompañados de la mejor literatura.

jueves, 7 de febrero de 2008

Angustia

A mis hermanos cubanos,
a los que jamás olvidaré

Desperté en la oscuridad. Todavía resonaba, aunque débilmente, una voz dando la hora. Instintivamente alargué el brazo para encender la luz y toqué un muro de piedra. Estirando un poco el pie, toqué otra vez la frialdad. Sobresaltado, me levanté y traté de caminar, pero a los pocos pasos choqué con algo metálico: una reja. Todo vino de golpe. Una celda, la cárcel, es absurdo.

Debí de gritar algo. Al poco, una sombra se acercó a la puerta de mi celda. Yo estaba intentando explicarle el error cuando me golpeó con algo duro y caí al suelo. Después me escupió y sentí que me insultaba. Su acento me sonó extraño, pero al rato deduje que era cubano... ¿Cubano? ¿Yo en Cuba? ¿Y por qué en la cárcel? Una suerte de impotencia y de agotamiento me hundió en el sueño.

Por la mañana pude ver la celda, que sin saber había compartido con cucarachas y otras alimañas. La suciedad era antigua y estridente, y el olor inutilizaría mi olfato en pocos días. Mi celda no tenía ventana; el sol llegaba por un angosto corredor cuya entrada no alcanzaba a ver. Enfrente no había celdas, sino un muro de cemento desnudo. Todo esto pude observar hasta que volvió a caer la noche.

La frase "he perdido la cuenta del tiempo" suena gastada hasta que un día, atrozmente, aplasta la conciencia sin piedad. Todos los días son una invariable repetición de lo mismo, salvo algunos golpes de los carceleros y las breves palabras que un día intercambié con el de la celda de al lado, de quien sólo he visto una mano: "Ya no hay fuerzas ni pa cantar", me dijo con esa agradable musicalidad de los cubanos. "Pero algún día se acabará esto", añadió con una esperanza contagiosa y frágil. La comida es repugnante y escasa. La enfermedad, un guiño de la muerte. Los gritos de otros presos anuncian las palizas que a los demás nos esperan.

Despierto. No hay un frío muro detrás... ni a los pies. Una leve luminiscencia entra por una ventana. Estiro la mano y acciono un interruptor... mi interruptor. ¡Mi casa! Una simple pesadilla... Quizá, las prisiones cubanas no son como las de mi sueño (y me lo repito mentalmente para calmar mi conciencia). Un momento después, en mi felicidad mezquina, me pregunto si alguien sabe a ciencia cierta cómo son.


Enlaces relacionados

No hay comentarios: