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jueves, 3 de diciembre de 2009

Los amigos se eligen

Amistosamente...

Desde pequeño crecí con la sensación de que la amistad no existía. Pero además, a diferencia de otros niños de mi edad, tampoco sentía necesitarla. Hoy, ya adulto (eso creo, aunque sólo sea en algún sentido), debo reconocer que no sabría decir si no precisaba de amigos o en realidad los precisaba pero no me sentía seguro de poder conseguirlos. La inseguridad en los niños, generalmente transmitida por su relación con uno o ambos progenitores, opera a veces de esa manera. Cuando el niño tiene dudas de poder obtener algo prefiere no intentarlo para no enterarse. No puedo asegurar que ese haya sido mi caso pero debo entender que bien podría haber sido. Lo cierto es que pasaron los años, crecí y esta sensación creció conmigo. La cantidad de amigos que tuve durante mi avanzado medio siglo de vida podría contarla con una sola mano, aun si la tuviera defectuosa y con la falta de algunos dedos. A lo largo de todo este tiempo fui escuchando frases. De esas que alguien en algún momento crea y los demás las diseminamos. Son como "clichés". A mí nunca del todo me gustaron. Hace ya mucho tiempo, cuando por vez primera escuché decir que "al que madruga Dios lo ayuda" empecé a ser atrapado por intensos accesos de sueño. Quizás como una forma de expresar mi rebelión contra supuestos preceptos universales. Mis mañanas empezaron a comenzar a las 14:00 horas. Al levantarme todos los días, mi madre (idishe mame) me esperaba con la mesa servida y la comida caliente. Por alguna razón que desconocía pensé que yo no querría recibir la ayuda de Dios.
Volviendo al tema de la amistad, hoy creo entender algo mejor esta extraña figura que nunca calzó adecuadamente su horma dentro de mi conflictiva personalidad. Es conocida la frase que dice que "la familia no se elige", en contraposición a los amigos, los cuales uno puede ir eligiendo a satisfacción. Pero una vez que uno los obtiene, ¿qué hacer con ellos? ¿Y qué se supone que harán ellos con nosotros? No se trata de un trofeo o algún premio que podamos exhibir. Tampoco de objetos para ser utilizados de tal o cual manera aunque muchas personas eso lo olviden. Pareciera surgir entre los amigos una especie de contrato tácito de empatía mutua respaldada por verdaderos sentimientos. De acuerdo a este convenio se supone que los amigos debieran mostrar preocupación los unos por los otros en prueba del "amor amistoso" que comparten. Pero en la realidad no siempre es así. Diría que casi nunca. Entonces aparecen los que de todas maneras y sin importarles lo que reciben lo darán todo por el amigo. Pero también estarán los que al comprobar que no reciben lo que han dado (trueque) le dirán al supuesto amigo: "Tú no eres un buen amigo". Entonces quizás rompan su amistad.
Seguramente por falta de experiencia yo no sepa nada sobre la amistad pero lo que sí creo saber es que todo sentimiento verdadero de amor carece de impurezas. Ello significa que brinda de sí todo lo que está a su alcance sin esperar nada a cambio. Por supuesto que esta actitud respaldada por tal sentimiento atraerá almas especuladoras que intentarán aprovechar al máximo esas circunstancias. Son almas que no han logrado aún eliminar sus impurezas. Pero esto es algo que nunca molestará a quien brinda su amor libre de defectos.
En definitiva, lo que quiero decir es que hay personas que como yo, nos hemos salteado ese apetitoso y nutritivo plato caliente, de caluroso y placentero amor, para pasar directamente al postre. Es decir que, del cálido vientre familiar donde suele y corresponde que nazca la expresión de nuestro amor en su práctica más primaria hemos intentado pasar al amor a toda la humanidad. Se entiende, de la manera que cada uno puede. Yo no me conformo todavía con mi expresión de ese amor tan sublime. Sólo sé que estoy en el camino correcto y ello me produce cierta satisfacción. Pero también la insatisfacción de haber perdido algo en el camino, la amistad personalizada. El amigo de la escuela, que continúa siéndolo luego de cincuenta años, el del barrio donde nací... los amigos de toda la vida, que se cuentan con los dedos de la mano, pero que se cuentan. Esos no los tuve ni los tengo. Quizás fui muy exigente. O no los quise tener. Quizás quise desde pequeño pero no me animé. Ahora ya es tarde para eso. Pero de pronto descubro una nueva versión: la amistad virtual. No sé todavía bien cómo es. Quizás nadie lo sepa. Pero a veces se presenta de manera tremenda. Con tanto afecto entregado y recibido que sólo parece poder ser detenida por el error de algún servidor. Pero a mí me hace sentir bien... y siento que a mis amigos también.

A todos mis amigos de la red

Rudy Spillman
LIBRO ABIERTO

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