No es necesario enojarse para alejarse de una persona como tampoco se necesita crear vínculos de amistad para acercarse
Sí es importante vivir respetando los principios de los demás que no siempre coincidirán con los nuestros. A veces dos personas se distancian porque no encuentran afinidad. No hay "química" entre ellos, como se suele decir. Otras, comienzan a compartir tiempo juntos sin que haya más que eso: un bienestar mutuo en la simple compañía. No todo en la vida debe ser extremo. Blanco o negro. Existe también una enorme cantidad de matices en el tono del gris. Alguno de ellos de pronto aparece en nuestro camino y descubrimos con alegría, que puede ser. Esto no es sólo aplicable en relación a la pareja sino en toda interrelación entre personas. Y en general en la vida frente a cualquier situación.
Para entender y respetar al prójimo no se hace necesario compartir sus puntos de vista. El querer compartir tiempo con otra persona a veces obedece a afinidades en la forma de pensar y una similitud en los puntos de vista respecto de temas puntuales. Otras veces las personas requieren exactamente lo contrario y ello dependerá del carácter y personalidad de los individuos interrelacionados.
También suele ocurrir que rechazamos en los demás aspectos inconscientes que no nos gustan de nosotros mismos y que por ello sólo los podemos ver reflejados en el prójimo. En estos casos, aquellas personas que tanto nos desagradan vienen a ser un espejo en el cual nos miramos sin advertir que somos nosotros mismos a quienes vemos reflejados. Un claro ejemplo de esta figura psicológica y que podría probar mis dichos sucede cuando escuchamos (sólo en calidad de meros testigos y sin vernos involucrados) a una persona comentarnos por ejemplo, respecto de otra:
- ¡Qué egoísta que es Fulano! Yo jamás podría comportarme así -
Y nosotros, que conocemos a ambos (también a nuestro interlocutor) sabemos que quien nos dice esto es aún más egoísta que la persona a la que se está refiriendo. Pero él no lo sabe. ¿Porqué? Porque rechaza tan profundamente este aspecto de su propia personalidad que su conciencia no se anima a hacérselo saber y aloja dicho dato en su subconsciente. Pero aun así, allí dentro está, por lo cual rechaza esta característica al reconocerla en cualquier otra persona.
Si con el tiempo aprendemos a contemporizar con nosotros mismos y no exigirnos hasta extremos inverosímiles lograremos ser más tolerantes con los demás y con la diversidad de situaciones que se nos presenten no tan acomodadas a lo que esperábamos. Entonces podremos comprobar que nuestras aguas no necesitan agitarse tanto, secándose o inundándolo todo. Y así lentamente iremos aprendiendo a navegar en un mar siempre calmo.
Rudy Spillman
LIBRO ABIERTO
Para entender y respetar al prójimo no se hace necesario compartir sus puntos de vista. El querer compartir tiempo con otra persona a veces obedece a afinidades en la forma de pensar y una similitud en los puntos de vista respecto de temas puntuales. Otras veces las personas requieren exactamente lo contrario y ello dependerá del carácter y personalidad de los individuos interrelacionados.
También suele ocurrir que rechazamos en los demás aspectos inconscientes que no nos gustan de nosotros mismos y que por ello sólo los podemos ver reflejados en el prójimo. En estos casos, aquellas personas que tanto nos desagradan vienen a ser un espejo en el cual nos miramos sin advertir que somos nosotros mismos a quienes vemos reflejados. Un claro ejemplo de esta figura psicológica y que podría probar mis dichos sucede cuando escuchamos (sólo en calidad de meros testigos y sin vernos involucrados) a una persona comentarnos por ejemplo, respecto de otra:
- ¡Qué egoísta que es Fulano! Yo jamás podría comportarme así -
Y nosotros, que conocemos a ambos (también a nuestro interlocutor) sabemos que quien nos dice esto es aún más egoísta que la persona a la que se está refiriendo. Pero él no lo sabe. ¿Porqué? Porque rechaza tan profundamente este aspecto de su propia personalidad que su conciencia no se anima a hacérselo saber y aloja dicho dato en su subconsciente. Pero aun así, allí dentro está, por lo cual rechaza esta característica al reconocerla en cualquier otra persona.
Si con el tiempo aprendemos a contemporizar con nosotros mismos y no exigirnos hasta extremos inverosímiles lograremos ser más tolerantes con los demás y con la diversidad de situaciones que se nos presenten no tan acomodadas a lo que esperábamos. Entonces podremos comprobar que nuestras aguas no necesitan agitarse tanto, secándose o inundándolo todo. Y así lentamente iremos aprendiendo a navegar en un mar siempre calmo.
Rudy Spillman
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