Odié, desprecié, discutí, admiré y amé a mi padre de una forma que ahora, después de pasado el tiempo, me da miedo. Incluso, tras unos años de su muerte, pienso, a veces, en cómo era posible que existiesen esos sentimientos en mí. La edad supongo, sobre todo la pubertad y el deseo o el propio hecho evolutivo de crearte una personalidad, para lo que hay que oponerse a la norma, enfrentarse al poder, a la autoridad…
Pero el tiempo es sabio. Creces y ves. La distancia y el tiempo te dan una perspectiva que el presente no te permite. Te dan una visión de los hechos que el momento desvirtúa, dramatiza y agranda, e incluso que, vistos desde esa distancia, no son los que vivimos sino otros absolutamente opuestos.
Ahora, que el paso del tiempo me permite ver la figura de mi padre con suavidad, y que su ausencia es absolutamente total, lamento todas las veces que me enfrenté a él, no por el hecho en sí, sino por el dolor que le produje; lamento todos los quebraderos de cabeza que le hice pasar, que fueron muchos; lamento los sinsabores, las decepciones, las malas palabras, los malos gestos, los desprecios; lamento todas y cada una de las acciones que le produjeron dolor. Porque sé, ahora, que todo lo que hizo, bien o mal, conmigo, lo hizo con toda su buena intención. Equivocado o no en el fondo y la forma. Siempre quiso lo mejor para mí. Por eso lamento tanto todas esas cosas. Pero lo que más lamento y me hiere el alma, es la cantidad de veces que no le dije te quiero papá. Porque sé lo que lo necesitaba, lo que lo deseaba. Y lo lamento porque siempre le quise, le quiero y le querré. Porque es mi padre. De ahí el hartazgo de llorar cuando me despedí de él en la UCI, aquel treinta y uno de diciembre, cuando no me oía, cuando sabía, a ciencia cierta, que ya no lo volvería a ver más.
Ya sólo me queda llevarlo en ese sitio del alma donde se guardan los recuerdos más hermosos. Allí donde siempre estarán las personas que más he querido y quiero en este mundo. Cuánto lo hecho de menos, a veces, ahora.
Por todo ello, quiero agradecer a mi padre el placer de haber estado con él en la vida, de que me haya querido tanto, de que me haya educado, de que me la haya dado. Aunque no esté a mi lado físicamente, siempre estará dentro de mí, como lo que es, mi Padre.
Dego Jurado LaraPero el tiempo es sabio. Creces y ves. La distancia y el tiempo te dan una perspectiva que el presente no te permite. Te dan una visión de los hechos que el momento desvirtúa, dramatiza y agranda, e incluso que, vistos desde esa distancia, no son los que vivimos sino otros absolutamente opuestos.
Ahora, que el paso del tiempo me permite ver la figura de mi padre con suavidad, y que su ausencia es absolutamente total, lamento todas las veces que me enfrenté a él, no por el hecho en sí, sino por el dolor que le produje; lamento todos los quebraderos de cabeza que le hice pasar, que fueron muchos; lamento los sinsabores, las decepciones, las malas palabras, los malos gestos, los desprecios; lamento todas y cada una de las acciones que le produjeron dolor. Porque sé, ahora, que todo lo que hizo, bien o mal, conmigo, lo hizo con toda su buena intención. Equivocado o no en el fondo y la forma. Siempre quiso lo mejor para mí. Por eso lamento tanto todas esas cosas. Pero lo que más lamento y me hiere el alma, es la cantidad de veces que no le dije te quiero papá. Porque sé lo que lo necesitaba, lo que lo deseaba. Y lo lamento porque siempre le quise, le quiero y le querré. Porque es mi padre. De ahí el hartazgo de llorar cuando me despedí de él en la UCI, aquel treinta y uno de diciembre, cuando no me oía, cuando sabía, a ciencia cierta, que ya no lo volvería a ver más.
Ya sólo me queda llevarlo en ese sitio del alma donde se guardan los recuerdos más hermosos. Allí donde siempre estarán las personas que más he querido y quiero en este mundo. Cuánto lo hecho de menos, a veces, ahora.
Por todo ello, quiero agradecer a mi padre el placer de haber estado con él en la vida, de que me haya querido tanto, de que me haya educado, de que me la haya dado. Aunque no esté a mi lado físicamente, siempre estará dentro de mí, como lo que es, mi Padre.
http://diegojlara.blogspot.com/
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