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Esperamos que encontréis aquí respuestas a algunas de vuestras inquietudes y también un momento de esparcimiento, acompañados de la mejor literatura.

lunes, 13 de octubre de 2008

Mi enferma musa



El relato que continúa es estrictamente autobiográfico.
El día 20 de agosto ppdo., hace exactamente 55 días sufrí una crisis de nervios y perdí la memoria. Pero no total. Transcurrido el primer mal momento, para distraerme y relajarme, tomé el collar de mi perra y la llevé a un parque a doscientos metros de mi casa. No sé en que instante ocurrió y porqué, pero de pronto, mientras me reponía, quise saber qué edad tenía yo. Descubrí que no lo sabía y me asusté un poco. Entonces me pregunté en qué año había nacido. Fue fácil: "en 1950". Me dije: "Si al año en que nos encontramos le resto el año en que nací, obtendré como resultado mi edad". Pero queriendo burlar la realidad de haber perdido parcialmente la memoria, descubrí que no sabía tampoco en que año nos encontrábamos. Me preocupé y mi miedo fue en aumento. Con el celular llamé a una de mis hijas y le dije que no me acordaba mi edad ni sabía en que año nos encontrábamos. Pensando en que había perdido la memoria por completo, ella me preguntó si sabía dónde estaba. Le dije, y me pidió que me quedara allí, que me venía a buscar. De todas maneras empecé a encaminarme de vuelta hacia mi casa.
Mi mujer y mis hijas (excepto la que vive en el norte del país) me llevaron de inmediato a la guardia del hospital (era una avanzada hora de la noche). Allí me examinaron, me hicieron algunas preguntas, me tomaron un "test" explicándome que es lo primero que se hace en estos casos y me preguntaron si todavía no recordaba el año en que nos encontrábamos. A lo que respondí: "Estamos en el 2008. pero no sé si lo sé porque lo recuerdo o porque me lo han dicho".
Quedé así recostado en una cama de la guardia del hospital, sin medicación alguna, rodeado de mi preocupada familia, esperando. Con el tiempo me iba reponiendo de esa extraña sensación de presión dentro de mi cabeza. Sólo con el transcurso del tiempo.
De pronto se escuchó el sonido de una sirena. Luego todos supimos que se trataba de una ambulancia. Debido a que su sonido iba en aumento, pudimos también saber que estaba llegando al hospital. Médicos y enfermeras corriendo, las rueditas de una camilla que transportaba una persona, funcionando a velocidad ingresaron en el nosocomio. Alguien cerró nuestras cortinas dejándolas como endebles paredes de una improvisada habitación, permitiendo filtrar los sonidos de lo que estaba sucediendo, con notable claridad. Se escuchaban voces, opiniones, discusiones. Todo a un ritmo que dejaba entrever que no contaban con demasiado tiempo. Luego, una inyección intravenosa y los atemorizantes sonidos del electroshock que nunca habíamos tenido tan cerca. Quedamos aislados, yo abandonado a mi suerte durante varias horas.
El moribundo, un hombre joven rondando los treinta y del cual nos separaba una delgada tela, se recuperaba. Y yo también, regresaba a mi normalidad solo, sólo esperando a que pasara el tiempo. Ya podía recordar que estábamos en el año 2008. Pero además pude saber que ya lo recordaba por mí mismo y no porque me lo hubiesen dicho. Buen síntoma. El joven fue derivado a terapia intensiva para continuar su recuperación. Yo fui enviado de vuelta a casa, no sin antes recibir la visita del director de la guardia que intentó tranquilizarme diciéndome que el mío no había sido un cuadro de derrame cerebral y que una crisis de nervios bien podía haber provocado la pérdida focalizada (parcial) de la memoria durante aquellas horas. No era necesario hacer nada, según su criterio médico, más que continuar mi vida normal. Y así lo hice, aunque días más tarde, mi médica me recomendó realizar una tomografía computada de la cabeza, cuyo resultado fue negativo.
En los días subsiguientes me recuperé de aquel episodio de tal manera, que sentí que mi salud se había fortalecido. Me sentía más tranquilo que nunca y hoy me siento estupendamente bien como si aquel episodio no hubiera sucedido nunca.
De inmediato, luego de mi incidente de la memoria, experimenté un proceso de inspiración que no conoce precedentes en mí desde que escribo. No me refiero a la calidad creativa, puesto que no soy yo quien deba pronunciarse en este sentido, pero sí en cuanto a su elevada intensidad, profunda concentración y abundancia de ideas en tan corto período de tiempo. Como producto de la misma empecé y terminé de escribir mi primer cuento psicológico policial, titulado: "Tarea Concluída" y un romance, sátira tragicómica de carácter místico, titulado: "Una Cuestión de Tamaños".
De todo esto me queda un sabor a misterio que no logro desglosar. He vuelto a mi normalidad, la que hace ya largo tiempo se caracteriza por no poder escribir una línea que no sea parte de mis cotidianos artículos publicados en el blog (este mismo es un ejemplo de ello), pero me siento bien, completamente sano. La única secuela que parece haber quedado de aquel mal momento son mis dos obras publicadas.

Rudy Spillman
http://libroabiertorudyspillman.blogspot.com

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Me alegro de que todo quedase en un pequeño susto y que, además despertase tus musas, aunque creo que eso es algo que no te hace mucha falta.

En cierto modo, yo soy también una prueba más de que ese misterio que comentas es muy real. Mi novela "Sindone" es el resultado de un susto de mis salud también. Uno tan serio, que me tuvo un año fuera de juego, pero que a la vez me llevó a escribir mi primer novela.

Espero que sigas siendo tan prolífico como hasta ahora y que lo hagas sin necesidad de musas enfermas.

Un saludo,
Juan Carlos