El comic es uno de los medios más denostado por unos y más valorado por otros. Hay quien lo considera un arte menor, enfocado exclusivamente a un público infantil o juvenil, pero carente de valores artísticos suficientes para ser considerado un “arte adulto”.
En mi caso, el comic ha sido, y aún sigue siéndolo, una de mis aficiones favoritas. Quizá la única capaz de rivalizar con el placer de la lectura de una buena novela. El comic fue mi forma de introducirme en la lectura y el responsable de que me aficionase a ella, por no hablar de que es sin duda la fuente de inspiración de mi otra gran pasión: la ilustración.
El comic ha estado siempre íntimamente relacionado con la literatura. Recuerdo con nostalgia una colección de los años setenta denominada Joyas Literarias, que supuso una manera sencilla y asequible para toda una generación, de conocer grandes obras de la literatura de todos los tiempos. Grandes autores como Julio Verne, Emilio Salgari, Walter Scott, Dumas, Charles Dickens, Arthur Conan Doyle, Joseph Conrad o Victor Hugo, entre otros, fueron adaptados al comic, con mayor o menor fortuna, en esta extensa colección de la Editorial Bruguera, que se convirtió en una verdadera puerta de entrada para mucho de nosotros al mundo de las letras.
El comic tiene la virtud de aunar en una sola expresión dos medios tan dispares como la pintura y la literatura. Se convierte así, en un puente entre artes, en el que la imagen y el texto cobran igual importancia a la hora de narrar una historia. El comic se ha denominado también arte secuencial y tiene muchos puntos en común con otra expresión artística tan conocida y popular como el cine. El manejo de planos, los ángulos de cámara, la iluminación o el color son comunes al lenguaje de ambos medios y contribuyen a crear un medio rico en expresividad.
Considerar el comic, un arte menor o meramente infantil, es un error basado en el desconocimiento y el prejuicio. Lo que sí es cierto, es que para disfrutar las grandes obras del comic, es necesario haber mamado de este arte desde la infancia, ya que acercarse a él en edades maduras es más costoso, al requerir de un esfuerzo suplementario para entender y sumergirse en el lenguaje peculiar utilizado en este medio.
Quizá, también una parte del prejuicio existente contra el mundo del comic provenga del entorno meramente comercial en que se maneja. Muchas obras son diseñadas y concebidas para llegar al gran público, sacrificando gran parte del valor artístico por el camino. Pero esto también ocurre en la literatura, donde muchos bestsellers son diseñados en las cocinas de las editoriales para conseguir ventas, como si de un electrodoméstico se tratase. Sin embargo, esto no es óbice para en ambos mundos existan grandes obras merecedoras de ser valoradas como Arte con mayúsculas.
Poner algunos ejemplos siempre es comprometido, pero me atrevería recomendar algunas obras imprescindibles para quien quiera iniciarse, como son los grandes clásicos “El Príncipe Valiente” de Harold Foster y "The Spirit" de Will Eisner, o obras más modernas como “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibons o “Batman The Dark Knight Return” de Frank Miller.
Escrito por: Juan Carlos Boíza López
Publicado Originalmente en El Rincón de la Imaginación
1 comentario:
Nada más leer el primer párrafo, ya sabía que era tuyo. Muy buen artículo, Juan Carlos, y muchas gracias :).
Un abrazo.
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