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viernes, 25 de enero de 2008

El Arte en mayúsculas. La vida.


Hay veces que el Arte se produce con mayúsculas, y es en esos momentos cuando alcanza una intensidad que te hace temblar. Pasa pocas veces, pero se da. En los momentos que se produce alcanzas un estado en el que todo cabe, en el que todo es posible. Sólo hay que dejarse llevar y estar. Pero eso pasa en contadas ocasiones, y por eso hay que saber mirar y dejarse llevar. El perder eso es triste, y ya sólo cabe llorar por la pérdida, salvo que no lo hayas visto pasar.
Esto que escribo es una forma de hacerme perdonar. Un desagravio. Un homenaje a los amantes de la Ciencia Ficción, con mayúsculas también. Blade Runner es, no una película, es la película. Pero el libro en el que está basada, “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, es de una originalidad, de una belleza, que induce al llanto, por la emocionalidad. Al menos a mí me llevó. Y la película de Ridley Scott, también. La escena de la paloma y las palabras pronunciadas por el androide ante la muerte: ” he visto cosas que vosotros no podríais imaginar… y todas esas cosas se perderán… como lágrimas en la lluvia.”, al salvar a Deckard, son de una belleza inconmensurable. Amaba tanto la vida que… Y si las unimos a las imágenes y a la música de Vangelis, no cabe otra cosa que morir de placer. Extasiarse ante la belleza infinita que la vida, en contadas ocasiones, te da.
Hay otros directores de cine que consiguen recrear algo así. Stanley Kubrick, sin ir más lejos. Pero lo dejo ahí.
Cuando todos los sentidos se unen en uno solo, sólo cabe dejarse llevar. Eso es vivir. Amo la vida como nada, aunque a veces me den ganas de morir ante aciertas cosas. Pero tampoco quiero entrar ahí.
Transcribo unas palabras del libro anteriormente mencionado, sobre el cuadro "El grito", de Munch:
"Muestra a una criatura pelada, con una cabeza semejante a una pera invertida, que apretaba sus manos horrorizadas contra sus oídos, con la boca abierta en un vasto grito mudo. Las olas encrespedas de su dolor, los ecos del grito, ocupaban el espacio que le rodeaba. El hombre, o la mujer, estaba encerrado dentro de su propio aullido. Se cubría los oídos para protegerse de su propia voz. La criatura estaba de pie en un puente, y no había nadie más. Gritaba a solas. Aislada por el grito o a pesar de él”. Podría decir tanto… pero es preferible callar.
Literatura, Pintura. Añadidle a Vangelis y el resto ponedlo vosotros. No hay más.

Diego Jurado Lara



3 comentarios:

Eduardo Martos Gómez dijo...

Creo recordar, Diego, que discrepábamos en que esos momentos que describes, son en realidad el Arte. La conexión, el instante, lo efímero. Y si lo miramos desde ese punto de vista, el Arte se pierde sin remedio, "como lágrimas en la lluvia" (o citando a un paisano, "las lágrimas son agua y van al mar").

Tu reflexión, además, me ha suscitado una duda. ¿Podemos expresar lo que sentimos, o es totalmente inefable?

Un abrazo.

Diego Jurado dijo...

En mal momento me haces esa pregunta, amigo mío. Respóndemela tú, y yo te seguiré. Un gran placer leerte, como siempre, por estos vericuetos del Arte en general y de lo nuestro en particular.

Otro abrazo para ti.

Eduardo Martos Gómez dijo...

Yo creo que somos totalmente incapaces de expresar nuestros sentimientos, y de ello surge el Arte. De la incertidumbre, del misterio, de no saber si estamos sintiendo lo mismo que el autor al escribirlo, o lo que el autor pretende que sintamos. Ambos, autor y lector, asumimos tácitamente esa incapacidad expresiva y la completamos con nosotros mismos.

Un abrazo.